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Opinión

La fallida guerra contra las drogas

Sebastián Trejos / ANFE

Hace unas semanas me encontraba en una reunión por San José, a eso de las 11 p.m., y me dirigía a mi casa de habitación. Para llegar debo de transitar por una parte de la capital a la que se le denomina “zona roja”. Me aproximo a un semáforo y me detengo para hacer el respectivo alto; lo que observé me dejó atónito, un joven de escasos 26 años, por su aspecto físico, aparentaba vivir en la calle, alistaba una jeringa con un líquido (el cual no logré distinguir su color y a mi parecer se trataba de heroína) para introducirlo en su cuerpo. Solo le faltaba encontrar la vena correcta.

Al ver tan desgarradora escena, solamente me llegaron preguntas a la cabeza: ¿el joven sabía el riesgo de utilizar jeringas “recicladas”? ¿Ya había asistido a algún centro médico para tratar su adicción? ¿Vivía en la calle a causa de las drogas? ¿Cómo había logrado conseguir esa dosis de heroína?

Desgraciadamente, esta es la realidad que viven miles de costarricenses que se encuentran sumergidos en el mundo de las sustancias psicotrópicas, sin contar los centenares que las necesitan para fines medicinales, en fin, gran parte de esta población se encontraba en un situación de vulnerabilidad en cuanto a educación, salud y trabajo, y encontró en las drogas, ya sea distribución, producción o consumo, una solución a sus problemas.

Y es que desde del boom de la marihuana y la cocaína en la década de los 80, y su estricta prohibición, los países de América Latina mantienen una lucha desigual contra los traficantes, los cuales, con gran intelecto, buscan comprar gobernantes locales, elaboran submarinos o túneles, rutas aéreas, para llevar su producto hasta los mayores consumidores, los estadounidenses.

El problema de esta guerra es que se destinan miles de millones de dólares para evitar su tráfico y su consumo, por lo menos en territorio nacional. Pero la realidad es otra, mientras nuestro país se desangra por ajusticiamiento, el sistema de justicia y las cárceles se saturan, y las pandillas locales se enfrascan en una batalla por el dominio de un territorio con el fin de hacer prevalecer sus intereses.

Si observamos las cifras, la prohibición de las sustancias de estupefacientes y su guerra no ha sido exitosa, la tasa de delincuencia ha ido en aumento año con año, los homicidios están a punto de llegar al punto récord y la Fuerza Pública ya no logra dar abasto en esta intensa guerra. Y, si algo he aprendido en esta corta vida, es que tenemos que copiar lo bueno y desechar lo malo, entonces, ¿por qué seguimos emulando el modelo mexicano y estadounidense en la materia de lucha contra las drogas?

Si por severidad se tratara, estos países luchan hasta con el Ejército para desarticular pandillas, cárteles y pequeños traficantes de drogas, los cuales le han costado la vida a más de 50.000 mil personas en la última década. 

Una posible y económica solución es imitar el modelo portugués, dicho país europeo hace más de una década despenalizó el uso de las drogas, incluida la heroína y la cocaína, como una manera de reducir su consumo y combatir otras enfermedades como el VIH-sida y la sobredosis. Porque para muchos no es un secreto que las personas que consumen drogas tienen recelo de asistir a un centro médico por miedo de ser arrestados o fichados por la justicia.

Si bien en Portugal dicha despenalización produjo un aumento moderado de consumo, la rápida acción de la salud pública permitió un drástico descenso en los siguientes años. Se estima que actualmente hay unos 20 mil portugueses dependientes de la heroína, un descenso de un 80% en comparación con el tiempo a inicios de la política, igualmente las muertes por sobredosis llegaron a caer hasta un 80%, pues las personas no tienen miedo de asistir a centros médicos o ayudar a amigos o familiares por el recelo de ser arrestados.

Esto no quiere decir que el tráfico no sea ilícito, en el país ibérico todavía sigue siendo penado con cárcel si se encuentra en posesión el equivalente a más de diez días de consumo, incluso si se demuestra la posesión de drogas de consumo, se incurre en una falta administrativa y se le obliga a la persona a asistir a audiencias sobre el consumo de sustancias estupefacientes.

El modelo portugués tampoco es perfecto, el consumo se sigue dando y los riegos todavía existen dentro de la sociedad, pero es mucho más económico atender a las personas que combatirlas, tacharlas y encarcelarlas por un vicio que es igual que el licor y el cigarrillo.

Costa Rica tiene mucho que aprender, y no solo de Portugal. En Estados Unidos, estados como California y Colorado han legalizado la marihuana con resultados exitosos. Han generado una nueva fuente de trabajo y un sector dinámico dentro de sus pequeñas economías, pero justamente, como menciona Nicholas Kristof, aunque sea imposible de erradicar, lo que sí es posible es salvar la vida de quienes la usan, si estamos dispuestos a tratarlos como enfermos y no como un delincuente más, si no, como seres humanos que sufren y necesitan una mano amiga en vez de unas frías esposas en sus muñecas.

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Miércoles 26 Junio, 2019

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