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Opinión

Pobreza creció en 24.000 familias

La columna de Jaime Ordóñez

La lucha contra la pobreza en Costa Rica está fallando porque -en los últimos años- ha consistido en regalar el pescado, pero no en enseñar a pescar.

El INEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos) nos dice que la pobreza en Costa Rica creció entre 2017-2018 en 23.617 hogares (pasando de 305.231 familias a 328.848), lo cual significa hoy más de 1 millón de personas pobres en el país. Ello nos confirma que la estrategia de los últimos 2 o 3 años del Gobierno de Costa Rica se está equivocando. ¿Y por qué está fallando un país que invierte en esas instituciones casi el 2,3% del PIB, es decir casi US$ 1.400 millones de dólares o 840.000 millones de colones? 

Por una razón simple: se trata de una política pública basada en la transferencia condicionada de recursos. Es decir, en bonos, regalos sociales, cheques del IMAS o de Programa Fodesaf, pero no en capacitar o educar sistemáticamente a la gente para que busque trabajo y pueda enfrentar la vida y el mercado laboral. Como se dice al inicio: se está regalando el pez, pero no se está enseñando a pescar. Son personas sostenidas por un cheque o ayuda gratuita mensual, modelo que se basa en un sistema perverso: cuando algún miembro de la familia consigue empleo, pierden la ayuda social. Como consecuencia, optan por la inacción, por no hacer emprendimientos ni negocios, y quedarse todo el mes sentados esperando el cheque del próximo mes. 

La información que se recoge del informe del INEC es muy grave y evidencia el error de esta estrategia. 

Para calcular la pobreza general en el país, el INEC estimó que el precio de la canasta básica en la zona urbana es de ¢110.047 y en la zona rural es de ¢84.535. Si un hogar tiene un ingreso per cápita igual o menor a cualquiera de los dos valores, según la zona en la que se ubique, entonces se considera en condición de pobreza.

Y el problema es que esas ayudas condicionadas (el regalar dinero con bonos del IMAS, transferencias de Fodesaf) son ingresos estáticos, mientras que la inflación eleva generalmente los precios de los productos de la canasta básica y, de esa manera, sube el umbral o línea de pobreza. El sistema funciona hasta que hay un resfrío en la economía y la inflación se eleva o una variable externa cambia las reglas del juego. 

Por otro lado, desafortunadamente, nuestra tasa de escolaridad en secundaria es de apenas el 50% de los jóvenes y muchos sectores se oponen a medidas creativas como la educación dual y otras formas creativas de generar conocimiento ligado al empleo. Nuestro país requiere realmente una revolución y un cambio de paradigmas que deje atrás estos modelos anticuados de política pública y empiece a ligar nuevos conocimientos con la creación de puestos de trabajo.

 

[email protected]

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Lunes 22 Octubre, 2018

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Jaime Ordóñez / [email protected]

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