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Opinión

Hablando se entiende la gente

Editorial

Según el diccionario, dialogar significa “discutir sobre un asunto o sobre un problema con la intención de llegar a un acuerdo o encontrar una solución”. La definición es clara, buscar un acuerdo sobre un tema que está incomodando y eso es precisamente lo que ocurre hoy en el país. Estamos frente a una Costa Rica polarizada, dividida casi en extremos. 

En las últimas dos semanas la situación ha sido tensa en relación con el tema de impuestos, con el paquete fiscal que el gobierno se empeña en aprobar cuanto antes.

Nuestro país enfrenta una crisis fiscal, según dicen los entendidos en la materia, y rápidamente hay que actuar, por eso el gobierno apuesta a cobrar más impuestos con el fin de equilibrar la situación, sin embargo su propuesta no convence a cabalidad y por el contrario ha generado roces sociales. 

Aunado a ello se ha comprometido el Ejecutivo a recortar gastos excesivos en diferentes entidades, lo que llaman gastos superfluos, prescindibles para el desempeño de sus labores. Pero tampoco esas acciones convencen a los ciudadanos.

A partir de ahí se ha desatado una batalla entre algunos grupos políticos y los empleados del sector público, quienes se defienden tras ser ofendidos, encarados e insultados porque se les acusa directamente de ser responsables del descalabro fiscal que sufre el país. 

Esa pelea se deriva de creer que el déficit fiscal es culpa de los funcionarios públicos, de sus salarios, de algunos beneficios que hoy podrían verse como desproporcionados.

Pero esto no es del todo real. Si bien es cierto hay privilegios desmedidos que deben recortarse cuanto antes y podría hacerse en el formato de un salario único, modalidad ya acogida por algunas entidades públicas, lo cierto es que las pensiones de lujo, los bonos por utilidades bancarias, los dineros destinados a patrocinios multimillonarios, las fiestas de Navidad, los bonos por rendimiento, por llegar temprano y becas para estudio no deberían existir ya.

Habrá que meter mano, y aunque a unos les duela, el país es de todos y hay un sacrifico que debe ser colectivo por el bien de la patria. También debemos ser claros, esto tiene un proceso que debe asumirse con celeridad y jamás violentando los derechos de los trabajadores, lo que nos lleva a decir que los salarios deben sí o sí mejorar en algunos sectores. 

No todos los funcionarios públicos ganan bien, eso es una falacia. Hay que ver a los policías, choferes, secretarias, guardas, maestros, administradores y algunos abogados. Pero también hay entidades donde los salarios son desproporcionados, desiguales y abusivos, tal es el caso de la UCR. La autonomía universitaria les ha cubierto y alcahueteado en la administración de los recursos, al extremo de tener planillas millonarias que superan la razón.

Lo que pocos han dicho es que el enredo tiene orígenes políticos, que fueron las convenciones colectivas y los pluses salariales que algunos partidos y gobiernos dieron a cambio de otros favores.

Es lógico que nadie se oponga a que le paguen más o que le regalen bonos sobre el salario mensual o incentivos por rendimiento, pues ninguna persona renuncia a los derechos que cree adquiridos por el mecanismo que fuere. 

Pero aquí no podemos levantar el dedo acusador y decir que los huelguistas son unos vagos.

La pregunta del millón es: si el plan fiscal actual no supera el monto necesario para superar el déficit fiscal, que los expertos aseguran es una mueca para el problema que enfrentamos, ¿cuándo van a cobrarles a los ricos y famosos que no pagan sus impuestos, que evaden, eluden y muchos hasta contrabandean, que defraudan al fisco descaradamente? 

¿Cómo es que el paquete tributario incorpora una amnistía, o sea un cariñito para los evasores? Si habláramos de micro o pequeños empresarios podría ser factible, pero para los más ricos, eso es un abuso. Abuso patrocinado por la ministra del sector económico, Edna Camacho, a sabiendas de que Aldesa, la empresa de su esposo, debía casi ¢900 millones y fue embargada. Tras verse descubiertos pagaron $1 millón hace una semana. ¿Eso cómo lo entienden los ciudadanos cuando se piensa gravar la educación, la canasta básica, las medicinas, etc.?

La mesa de diálogo debe ser contundente. No pueden el gobierno, ni los sindicatos permitirse conversaciones infructuosas a estas alturas, cuando ya casi se cumplen dos semanas de huelga.

No podemos tapar el sol con un dedo, hay afectaciones y ya puede entenderse que ambos bandos son sumamente resistentes, pero no se trata de eso. Hay que construir acuerdos, eso no es sinónimo de debilidad ni de ceder.

El gobierno debe entender la posición de los sindicatos y viceversa, si estamos a tiempo existe la posibilidad de hacer correcciones porque la intransigencia tampoco nos hace bien como país. 

Si podemos dar un tiempo para plantear molestias y desacuerdos, ¿por qué no hacerlo? Esto atendiendo siempre las necesidades urgentes del país, pero sin atropellar a los ciudadanos.

Si se recortan beneficios a los empleados públicos, entonces con la misma tijera les recortamos los “gasticos” a diputados, magistrados, o bien a Presidencia. Pero también debemos azuzar a los evasores que se ríen en la cara del fisco. Y ni que decir de seguir el rastro del trabajo del Ministerio de Hacienda, que muestra una clara incompetencia en mecanismos de recaudación, y si así sucede con 100 colones, ¿qué no pasaría con 1.000?

La crisis ahora no es solo fiscal, también es social, y cuando se llega a esos extremos hay que repensar. No debemos perder la paz.

Este es un país que promete, es nuestro terruño, es la casa de todos, no debemos permitir que unos pocos quieran azuzar con el fin de sacar provecho para sus agrupaciones, del carácter y la ideología que sean. 

Aquí los ciudadanos tenemos la última palabra, la cual debe ser siempre la tolerancia y el diálogo, por eso con todo respeto las reuniones del gobierno con los sindicatos, la Iglesia, las cámaras y demás actores sociales no se deben demorar. 

Si don Carlos Alvarado está convencido del diálogo y su efecto conciliador, debería participar también, ya que su ausencia no es un buen presagio. Usted es el capitán del barco, no le hace daño sentarse a hablar con sectores. 

La mesa de diálogo no es cosa de juego. Si ya ambas partes manifestaron voluntad, ¿entonces qué esperamos? 

No podemos dejar a esta crisis social dar un paso más, hasta ahora nadie dimensiona las consecuencias del enfrentamiento y el malestar colectivo. Los ticos podemos ser tranquilos, pero como seres humanos a veces erramos y nos excedemos; eso es lo que se debe evitar.

Si existe disposición para negociar, entonces cuánto habrá que esperar para que este país vea a los que manejan el poder desde los diferentes sectores haciendo honor a la confianza del resto de los ciudadanos.

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Jueves 20 Septiembre, 2018

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