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Opinión

El ajuste fiscal urge y es políticamente conveniente

Alternativas / Miguel Ángel Rodríguez

La situación fiscal con los graves y crecientes déficits financiero, primario y de cuenta corriente y su impacto para hacer crecer el peso de la deuda pública sobre la producción, es altamente costosa y nociva, y nos puede conducir a un gran empobrecimiento para cientos de miles de personas. 

Ya lo hemos vivido, y fue terriblemente doloroso. La última vez que no se quiso actuar a tiempo, se duplicó (y más) la cantidad de costarricenses viviendo en la pobreza, se dejó de educar a una quinta parte de los costarricenses que venían estudiando secundaria, se duplicó la tasa de desempleo y salimos de la catástrofe con menores costos porque vivíamos las guerras en Centro América que, en medio de la Guerra Fría, nos permitieron recibir ayudas por más de un millón de dólares diarios y que se nos perdonase casi un 70% de la deuda externa. Ahora eso es impensable y deberíamos aguantar solos la violencia de un ajuste descontrolado.

URGENCIA. Para evitar esos graves peligros debemos actuar ya. Llevamos muchos años de atraso y dejamos de lado soluciones alternativas. No podemos revivir el pasado y cambiar la historia. Tenemos que enfrentar las circunstancias que hoy vivimos. Aunque no nos guste. Está bien reclamar los errores y daños que se han causado con malas políticas fiscales en el pasado, pero eso no nos permite olvidar dónde estamos y los peligros que para mañana enfrentamos.

En las redes sociales y en los medios de comunicación veo y oigo la protesta de muchísimas personas que se quejan de que ahora ellas son quienes deberán pagar los costos de las malas políticas, las ineficiencias en el gasto y la corrupción de algunos. Que lo deberán pagar con el IVA; o con los cambios al Impuesto de Renta; con la contención del gasto público; con el cambio en la aplicación de las anualidades y otros beneficios a los empleados públicos; o con las reducciones y los impuestos sobre las pensiones, las mayores contribuciones y con más años de trabajo para lograrlas.

Y es cierto.

Pero el pasado tiene consecuencias. No se quiso adoptar medidas alternativas que hace veinte años propuse para -sin recurrir a nuevos impuestos- poder construir la infraestructura, mejorar la calidad de la educación y la seguridad, fortalecer los programas sociales (apertura de monopolios públicos; venta del BCR, el INS sin monopolio, Bicsa y Fanal; y uso intensivo de concesión de obra pública).

Los últimos tres gobiernos sin contar con los recursos siguieron creciendo el gasto público más que los ingresos. Hoy no tenemos más remedio que atender la situación fiscal resultante.

Si no resolvemos la situación fiscal asumiendo dolorosos costos que no nos gustan, la economía la resolverá automáticamente.

Si no actuamos pronto, las calificadoras de riesgo podrían disminuir nuestra categoría ya precaria, lo que haría que aumente la tasa de interés real de las colocaciones del gobierno.

Con un continuado aumento de las tasas de interés que deberían pagar tanto el gobierno como el sector privado, caería la inversión y el ya muy veloz crecimiento de la relación déficit fiscal a PIB se aceleraría aún más por el aumento del gasto y por la disminución del crecimiento económico. Eso nos llevaría vertiginosamente a un vicioso círculo que fácilmente podría desencadenar un corte del flujo de recursos externos al país. Si se dan esas condiciones caeríamos, bien en la paralización de servicios públicos esenciales por falta de capacidad para pagar salarios, transferencias y compras del gobierno, o bien en un financiamiento inflacionario acompañado de una acelerada devaluación. En ambos casos aumentarían el desempleo y la pobreza y se necesitarían en el futuro medidas mucho más duras y dolorosas de las que hoy se requieren.

POLÍTICA. También oigo a muchos políticos acongojados por el costo político de aprobar las medidas en trámite que se necesitan (IVA con apertura generalizada sin excepciones, cambios en Impuesto de Renta incluyendo renta global, cambios en anualidades y otros incentivos a empleados públicos, regla fiscal constitucional, control de transferencias corrientes).

Lo entiendo y no podemos pretender que políticos y partidos no busquen conseguir apoyo popular que les es indispensable para cumplir su cometido de gobernar. Pero es falso que se gane popularidad con medidas que son hoy atractivas pero tienen un costo enorme mañana. 

Para quienes creen que ganarán favor popular eliminando totalmente el IVA a la canasta básica o a la educación, les comparto dos experiencias que me ha tocado vivir.

Durante el gobierno de don José Joaquín Trejos nos tocó enfrentar una grave situación fiscal heredada por exceso en el crecimiento del gasto, sobreendeudamiento público y caída en los ingresos causada por la pérdida de los impuestos de importación a causa de su eliminación cuando los bienes provenían del Mercado Común Centroamericano o cuando eran materias primas o bienes de capital para las industrias locales. Se tuvo entonces que establecer el Impuesto de Ventas y aumentar el Territorial con gran costo político. Los dos principales candidatos tomaron caminos opuestos. Mi querido y admirado amigo el expresidente don Mario Echandi, candidato de los partidos que estábamos en el gobierno, en su campaña se opuso a establecer esos tributos. El candidato de la oposición, don José Figueres, en campaña defendió el establecimiento de esos impuestos. Don Pepe ganó con una ventaja de 13 puntos porcentuales.

Para la elección de 1982 estábamos en medio de la gran crisis de la deuda externa y del sistema proteccionista de sustitución de importaciones. Cuando para ir a inscribir la candidatura de don Rafael Ángel Calderón Fournier pasamos por el Mercado Central nos tiraron hasta los mejores tomates. Solo obtuvimos un 33% de los votos. Nuestro partido le dio apoyo al gobierno liberacionista de don Luis Alberto Monge, para las medidas más duras que frente a la crisis se debían tomar. Incluso ante la oposición de sectores del partido de gobierno a apoyar esas duras medidas, nuestros diputados lo hicieron. Cuatro años después estuvimos a punto de ganar las elecciones con crecimiento de más de una tercera parte en la participación electoral, ganamos en 1990 por haber continuado con una oposición responsable, y después ganamos las elecciones de 1998 y 2002.

Estas experiencias me demuestran que en Costa Rica la responsabilidad política rinde frutos electorales.

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Martes 04 Septiembre, 2018

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