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Opinión

El dolor como espectáculo

La columna de Jaime Ordóñez

Una de las más tristes paradojas de estos tiempos es cómo se mezcla el entretenimiento con el dolor. Lo banal con lo terrible. Y ambas cosas llegan a ser lo mismo, imágenes cambiantes y fugaces.

Todo se junta en una “melange” simultánea, dantesca, trepidante. El 3-0 de Croacia a Argentina con las noticias de un dictador con bigote que -en nombre de una Revolución cuyos ideales quedaron en el olvido hace mucho tiempo, y que pertenece a las reliquias de la Guerra Fría- ha matado ya 212 personas de su propio pueblo, asesinado a estudiantes, destrozado su país y que, incluso, usa paramilitares para quemar casas con niños dentro. 

Todo se mezcla en una sopa absurda e indiferenciada: el Machillo Ramírez, Sampaolli y Maradona gordo, fumando un puro habano, con la otra noticia, dolorosa como pocas, de un presidente caucásico que mete niños latinos en jaulas, separándoselos de sus familias, reviviendo los más oscuros tiempos del apartheid, del esclavismo, una imagen dantesca que jamás creímos ver en este siglo XXI. Un tipo que se olvida que todos en este planeta somos inmigrantes, que nadie tiene derecho de llave o derecho de tierra sobre territorio o país alguno.

Y todo esto a un click de nuestros dedos, en la pantalla del celular mientras hacemos el alto en el vehículo o terminamos el café de media mañana y queremos ver qué sucede en el mundo. Y lo grave, lo muy grave, es que las escenas de dolor se vuelven parte del decorado, el dolor mismo se banaliza al mezclarse con lo otro, se mimetiza, se confunde. Es el Cambalache de Santos Discépolo. Terminamos por acostumbrarnos.

Ya lo dijo Bauman, cuando explicó la civilización líquida. Ya lo dijo Foucault de otra manera, cuando nos explicó que la violencia se vuelve normal en nuestras vidas, inconsciente, institucionalizada, domeñando la mente de las personas. También Vargas Llosa en aquello de la Civilización del Espectáculo. Y sobre todo Gilles Deleuze, a quien no me canso de recomendar. Una suerte de Voltaire moderno.

Da lo mismo una muchacha que violan cinco energúmenos en los toros de Pamplona, como si fuera turismo recreacional, que la noticia del lanzamiento Samsung 8. La imagen de Keylor hincado haciendo sus plegarias que el asesinato de más de 100 políticos mexicanos, un país paradójico, grande, doloroso, que más parece importarle la historia de Luisito Rey y de su hijo que el drama de la droga y sus tentáculos, y de cómo está destrozando una nación, su pueblo y su historia. Todo se mezcla, todo se confunde. Todo es parte del mismo decorado. Cuesta que se muevan las fibras del dolor. Y así estamos terminando por deshumanizarnos todos. 

 

[email protected]

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Lunes 25 Junio, 2018

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Jaime Ordóñez / [email protected]

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