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Opinión

Ante las huelgas, humildad y paciencia

Miguel Ángel Rodriguez

Frente a las indispensables medidas impositivas y de control del gasto surge el disgusto de los ciudadanos que legítimamente quieren defender sus intereses. Y por ello se esperan manifestaciones y huelgas.

En el mundo occidental, incluido nuestro país, hoy es regla generalizada que políticos y gobernantes hemos perdido la fineza para sentir y entender los sentimientos de los pueblos. Esto incluso incluye a los partidos nacidos de la antipolítica como protesta contra los partidos tradicionales. 

Quienes tienen conocimientos técnicos adquiridos con mucho esfuerzo, en general hoy comparten entre sí valores y visiones similares, por lo que proponen soluciones parecidas para los problemas de nuestra época. Pero muy a menudo esas medidas no están en sintonía con los sentimientos de las poblaciones.

Simultáneamente vivimos años en los que los pueblos han perdido su confianza en las élites. Por una parte y por lo dicho, perciben que los dirigentes no se preocupan de sus intereses. Por otra parte, repunta el tradicional recuerdo de un pasado dorado que no existió. Además, los medios -como siempre- destacan lo negativo y los problemas, y en nuestra civilización del espectáculo se dramatizan aún más los conflictos y dificultades. A la vez, las redes sociales encapsulan a las personas de similares pensamientos y emociones, lo que radicaliza sus posiciones al extremo de la violencia verbal. 

Por eso no es de extrañar que en muchas naciones los ciudadanos caigan hipnotizados ante los llamados de diversos populismos.

Es en este complicado ambiente político y social en el que debemos resolver el déficit fiscal que nos amenaza.

Repito, en una democracia-liberal las personas tenemos el derecho de manifestar nuestras posiciones y defender nuestros intereses. Pero, dadas las actuales circunstancias de desconfianza en políticos, gobernantes y técnicos, debemos extremar la precaución para evitar que ese derecho se torne en violencia.

Autoridades, manifestantes y el resto de la población debemos observar reglas básicas de comportamiento civilizado para preservar nuestra pacífica y armoniosa convivencia 

Debemos, en primer lugar, recordar que es deber de todos, empezando por las autoridades, respetar el derecho de las personas a defender sus intereses y posiciones, aunque nos pueda parecer que se defienden privilegios y aunque esas manifestaciones nos puedan causar incomodidades. 

El mayor daño que le podríamos causar a nuestra convivencia sería convertir en una confrontación violenta la defensa de las opiniones y de los intereses de los demás.

Ciertamente manifestantes y huelguistas, al ejercer sus legítimos e inviolables derechos a manifestar sus opiniones y a influir en las decisiones de los gobernantes, requieren también limitar sus acciones.

No debe afectarse la prestación de los servicios básicos que la ciudadanía tiene el derecho a recibir y cuya interrupción causaría más daño a quienes son más débiles. Los derechos de las personas a los servicios de salud, de educación y de seguridad ciudadana deben respetarse. Las dificultades para el libre tránsito deben reducirse al mínimo. Quien ejerza su derecho a no trabajar no debería esperar el pago por un servicio no prestado.

Las autoridades deben ser especialmente cautelosas en el cumplimiento de sus deberes, y tener la paciencia del Santo Job para evitar la confrontación violenta. Es bueno recordar que el menor problema que surja por el ejercicio de las funciones de alguna autoridad, se convierte en una noticia que magnifica el incidente y agrava la confrontación.

El resto de los ciudadanos debemos tener conciencia de los retos que enfrentan manifestantes o huelguistas y autoridades, y extremar nuestra tolerancia. No podemos pretender que, en el ejercicio de sus derechos manifestantes, huelguistas y autoridades no nos causen incomodidades y costos, y debemos entender que la vida en sociedad y el respeto al derecho ajeno tienen sus desventajas.

El desequilibrio fiscal ha adquirido serias proporciones y no resolverlo ahora nos sometería en un futuro a muy dolorosas consecuencias, mucho peores al pago que ahora tendremos que hacer para solucionarlo. Parte del costo de arreglar ahora este problema es soportar la justa protesta de quienes se oponen a las soluciones concretas. Ellos tienen derecho a tratar de modificar las soluciones propuestas dentro de los cauces de nuestro orden constitucional. Los demás debemos soportar con paciencia los inconvenientes que el ejercicio de ese derecho nos cauce.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Lunes 25 Junio, 2018

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Miguel Ángel Rodriguez

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