Serbia nos ganó, pero la violencia nos goleó
La pluma del pueblo / Alejandro Meléndez Díaz
Esencialmente, una selección con muchos defectos no fue capaz de afrontar su primer partido con la expectativa que todos teníamos, ya lo que ocurra luego será cuestión de Suiza y Brasil. Sin embargo, vengo a poner en perspectiva lo que a todas luces genera este apasionante deporte.
No puedo preocuparme más por si la “Sele” clasifica o no a octavos, mientras hubo 482 mujeres cuya consternación no estaba en el futuro mundialista del combinado patrio, sino en si iban a ser lastimadas por gente de su mismo hogar o de su confianza.
No se trata de implicar comparaciones odiosas, sino de ejemplificar lo que una sociedad machista genera con un tema que no representa ni el 1% de la importancia colectiva, a diferencia de la seguridad y de la calidad de vida. Se está jugando con la dignidad de mucha gente.
Esto no es un cambio que tenga que caer en manos del Ministerio de Seguridad, del Inamu o del gobierno en general, es una modificación que no podemos postergar. Sueño con el momento en que esto se detenga, en que los deportes puedan seguir siendo deportes sin dejar agresiones de por medio.
Me pregunto qué pensará el costarricense que le preocupa más el resultado del partido, en verdad y con todo el respeto, siento pena. Me duele que mi país no debata esto y no se preocupe por encontrar soluciones.
Tengo la clara responsabilidad de hacer un llamado a la paz y al amor, que tantas oportunidades nos ha dado, desde la década del 40, cuando Calderón Guardia, Manuel Mora y Monseñor Sanabria nos dieron el desarrollo social en unas reformas maravillosas.
Quiero adentrarme en que una mujer pueda pasar su domingo, le guste el fútbol o no, sin que un hombre abuse de ella, creo que no hay nada más importante que la calidad de vida del que no puede defenderse en muchas ocasiones.
Existen campañas de publicidad, como las han hecho las instituciones que antes mencioné, no obstante, reitero que el cambio no está en camisetas y anuncios, que a pataleos desesperados emiten las entidades públicas, y quizás con falta de cabeza, sino en que usted que me lee ponga atención a las conductas y al licor que consumen sus interlocutores, esto con el único objetivo de denunciar en corrección a la gente que es propensa a agredir.
A mí me encanta el fútbol, pero estaría dispuesto, sin tela de discusión, a erradicarlo de este país si esos números no se reducen en un corto plazo, porque en cualquier momento puede darse una situación calificada de violencia doméstica.
Me he dado a la tarea de investigar causas. Las cuales me dan náuseas, es decir, que autoridad se tiene sobre otra persona. Ahora que están tan de moda, gracias a Dios, los derechos humanos, hasta donde llega la libertad de cada uno. ¿Cómo es posible que una parte robusta de nuestra sociedad cree que una mujer le pertenece?
El día en que esos números sean mínimos, voy a decir que el cielo de mi país es límpido, tal y como lo dice nuestro himno. Y cuando alguno pretenda tu gloria manchar voy a denunciar todo lo que a mi juicio sea una injusticia que pueda acabar en violencia.
Me compadezco de las mujeres que tienen que sufrir estos abusos, y no es por lástima, porque en realidad el sexo femenino se ha ganado todo lo que tiene por esfuerzo propio. Estoy muy orgulloso de pertenecer a una humanidad en donde estén ustedes mujeres, por la fuerza y el temple que les caracteriza.
Ya está bien de poner la otra mejilla, empoderamiento y valor, ese que me ha hecho a mí y a mucha gente creer más cuando ustedes se abren paso solas. Por eso quiero contribuir con que no se les maltrate. Qué fácil es atacar al que no puede defenderse simple y sencillamente por un resultado anatómico. No tiene otro nombre que cobardía.
Cierro con el desesperado deseo de que mañana a las 8 de la mañana pueda recibir la noticia de la reducción en el número de esas llamadas de dolor y desesperación de muchas mujeres a lo largo y ancho de este país que tanto amo, por lo tanto lo critico tantas veces. Y ojalá gane Costa Rica.
