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Opinión

Los Ortega-Murillo sembraron para cosechar

Editorial

El drama que viven nuestros hermanos nicaragüenses no puede sernos ajeno. Nicaragua cumple dos meses de enfrentamientos, violencia y muerte que parecen no encontrar un punto final; por el contrario, aumentan los roces entre el gobierno, la ciudadanía y las bandas criminales. 

Son casi 200 fallecidos, otro tanto mayor de heridos, destrozos, comercios en quiebra ante la crisis y una oleada de migrantes que buscan ponerse a salvo. 

La terrible noticia de la muerte de una familia completa calcinada pone en alerta a la región. Grupos a los que se les atribuye cercanía con el gobierno de Ortega podrían estar detrás de tan despiadados hechos, en los que fallecieron siete adultos y dos niños de 2 años y 5 meses de edad. 

Enmascarados lanzaron bombas molotov a la vivienda de tres pisos que funcionaba como fábrica de colchones y que al parecer los militares pidieron como base de operaciones de francotiradores, pero algunos medios nacionales indican que la familia no cedió a tal petición. 

En medio de la tragedia sale la primera dama nicaragüense diciendo que estas muertes son producto de un ataque satánico. “Nicaragua reclama, clama, quiere paz, que cese tanta abominación. Tanta monstruosidad, nunca habíamos visto tanta profanación de nuestra fe y de nuestras prácticas cristiana…”.

Claro que Nicaragua quiere la paz, merece vivir en tranquilidad, necesita progresar, pero mientras sea de la mano de los Ortega, eso será como un sueño de opio.

Definitivamente las palabras de Rosario Murillo, a quien catalogan como el poder a los cuatro costados del trono, causan indignación, pues son las malas decisiones de la administración las que tienen al país sumido en el dolor, la desesperación y la desesperanza. 

Es la ambición de los Ortega-Murillo la que consume a Nicaragua en la pobreza extrema, en el desempleo y hoy en una guerra que no parece ceder. 

Esta pareja, que se apropió de todo lo público y lo privado, que pone oídos sordos al clamor, es la responsable de cómo se desangra el corazón de los nicaragüenses, es ciega y muda a conveniencia.

Su mayor destreza es invisibilizar las carencias de su gente, minimizar la desgracia y camuflar la negligencia.

Murillo dice desfachatadamente “ofrezcámosles el corazón lleno de amor para sanar ese odio que albergaron en su alma, porque no hay venganza que quepa en nuestros corazones, además, no hay reparación posible para tanto crimen…”. 

Claro. Ojalá el pueblo en pleno pudiera algún día disculpar la forma en que los Ortega se disfrazaron de lobos con piel de oveja y usaron el nombre de la revolución sandinista para usurpar, defraudar, debilitar y asesinar a la democracia nica.

Deberían escuchar el presidente y la primera dama el clamor de su pueblo y en vez de atribuir la escalada de violencia a ritos satánicos, caer en cuenta de su responsabilidad, admitir estrictamente las recomendaciones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y poner un alto a sus pretensiones de seguir manejado el conflicto a su antojo, pues más sangre correrá en esas calles de no ponerse un alto definitivo.

Los ciudadanos quieren fuera a los Ortega y con sobrada razón. Si bien los enfrentamientos no son la vía legítima para sacarlos del poder, lo cierto es que el pueblo ya se cansó de tanto desprecio y tanto abuso. 

Pero esto se veía venir, el alza en la cuota de la seguridad social fue la gota que derramó el vaso, fue el chispazo a la mecha de un explosivo. 

Ortega le viene jalando el rabo a la ternera desde hace mucho, cuando se proclamó casi “inmaculado, súper poderoso”. 

En un mes exacto, el 19 de julio, se conmemorará un año más de la revolución, 39 años del triunfo del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) sobre la dictadura de Somoza. El presidente cada año enarbolaba un discurso sobre socialismo, contra el imperialismo y exaltando el triunfo sobre una dictadura de más de 40 años, pero esta vez todo está en su contra. 

¿Qué valor tendrá Ortega para salir a ver a su pueblo y recordar aquel momento que se escribió en las páginas de la historia? ¿Serán capaces los Ortega-Murillo de levantar la bandera del sandinismo, cuando hoy son los tiranos de su país, cuando cargan sobre sus espaldas una estela de muerte?

Cuánta razón tenía el político, escritor e historiador inglés Lord Acton cuando dijo “el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”.

Esto le pasó a la familia presidencial cuando fue más allá y en rotundo golpe a la democracia, por la que se alzaron en armas hace cuatro décadas, se proclamó desde la Asamblea Nacional casi vitalicia, en una serie de artimañas que solo los sedientos de poder son capaces de fabricar para su propio beneficio.

Se derrocó a sí misma y aunque aún sigue en la presidencia, sembró para cosechar discordias, irrespeto y se deslegitimó desde sus propios intentos por mantener la supremacía en Nicaragua. 

Si Daniel Ortega se consagró presidente en 1984 con el 60% de los votos de sus coterráneos, hoy más que nunca debería respetar la voz del pueblo y entender que su era posiblemente ya está finalizando.

“Todo poder cae a impulsos del mal que ha hecho. Cada falta que ha cometido se convierte, tarde o temprano, en un ariete que contribuye a derribarlo”, reza la frase de Concepción Arenal (1820-1893), escritora y socióloga española.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Martes 19 Junio, 2018

HORA: 12:00 AM

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