La nueva escuela de La Carpio
Fernando Berrocal
Sobre la crítica realidad en seguridad ciudadana y una noticia esperanzadora:
1.-La inauguración de la Escuela de La Carpio no hay que vincularla solo a un significativo avance en materia educativa, en una de las zonas más pobres y conflictivas socialmente del país. Hay que relacionarla también, directamente, con el tema de la seguridad ciudadana y lo que se debe hacer, necesariamente, para bajar significativamente la criminalidad y la inseguridad en Costa Rica.
2.- Está absolutamente demostrado que es en los 30 distritos más pobres y atrasados del país, en los cinturones de pobreza que nos negamos a ver y que están ahí, como una realidad lacerante en la vida nacional, en donde suceden el 50% o más de los hechos de criminalidad y en donde el narcotráfico con más fuerza ha hundido sus garras, por medio de mafias agresivas y de una delincuencia violenta que trabaja al menudeo en las calles, escuelas y casas.
Ciertamente hay consumo de drogas en todos los niveles sociales y el narcotráfico está vinculado a un negocio de poderosas mafias regionales que deben ser combatidas con cooperación internacional y con una agresiva y fuerte defensa de la soberanía nacional, especialmente en nuestros mares.
Pero es ahí, en esos 30 distritos y en las fronteras norte y sur, en donde se mide con mayor claridad el poderoso estrago criminal del narcotráfico sobre el tejido social costarricense y en donde se debe poner a prueba la capacidad y eficiencia de nuestra Policía preventiva y represiva, pero igualmente el éxito o el fracaso de las políticas educativas y sociales del Estado costarricense.
Le aseguro al país que esa nueva Escuela en La Carpio puede significar un antes y un después en la vida de esa comunidad, si las cosas se hacen como se deben hacer y si, finalmente, el Estado costarricense se decide a enfrentar la inseguridad ciudadana con firmeza y en forma integral, como una política de varios actores públicos y privados, trabajando en forma coordinada y no solo desde la mano firme y el control efectivo que se exige a la Fuerza Pública.
Mano firme contra la criminalidad, pero a la vez, y prioritariamente, políticas preventivas educativas y sociales inteligentes, eficaces y visionarias, en el combate a la pobreza y los fenómenos migratorios y, sobre todo, asumir la justicia social como una obligación esencial de la sociedad democrática.
Urge también aprobar, en la Asamblea legislativa, reformas al Código Procesal y al Código Penal, así como nuevas y necesarias instituciones jurídicas indispensables, como la extinción de dominio, para darles duro a los narcotraficantes en la acumulación criminal de dinero y sus bienes ilícitos.
Ojalá esa nueva escuela se transforme en el inicio de un cambio urgente y necesario hacia un sistema de trabajo planificado, integral, coordinado y sostenible que supere, en los resultados efectivos, la vieja visión unidireccional sobre la seguridad.
El camino es dar la pelea en varios frentes y no solo desde las fuerzas de policía preventivas y represivas.
Esa visión democrática y progresista es la costarricense.
