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Opinión

El PLN, el PUSC, resurgir o flotar

Página Abierta / Álvaro Madrigal*

Los resultados de las votaciones del 4 de febrero confirmaron que los partidos Liberación Nacional y Unidad Social Cristiana topan con grandes desafíos que, si no aciertan en la oportunidad y forma de resolverlos, pueden caer en los despeñaderos por donde han rodado otras agrupaciones políticas. 

No son de la misma dimensión ni tienen las mismas características, pero los desafíos tienen semejanzas en uno y otro partido. En particular, en lo relativo al contenido de su definición de pensamiento, a la necesidad de actualizar la respuesta a los problemas de mayor dimensión que tiene el país y de atender la demanda de los segmentos sociales por los que históricamente estos partidos han comprometido su acción, así como a la imperiosa reconstrucción del entramado político que les proveía respaldos y presencia en ciudades y pueblos. Decisión que depende de si se quiere recuperar beligerancia o continuar flotando.

En Liberación Nacional las votaciones –las de este año y las de los dos anteriores procesos- llevan la marca de una elocuente señal de alarma, pues independientemente de que en 2010 ganaran la presidencia, ya las urnas le restaron tamaño y potencia al caudal de votos a su favor. Ni se diga lo que experimentó en 2014, un sesgo que se confirmó ominosamente este 4 de febrero, cuando se le redujo más el voto parlamentario y el candidato presidencial acumuló menos sufragios que los que se aportaron para las candidaturas diputadiles. 

Ya en Liberación Nacional se advierten los riesgos de lo que puede ser un rumbo equivocado y que debe ser corregido. Pero no solo para llenar una necesidad oportunista sino fundamentalmente con la preocupación de que esa corrección refleje que se acierta en el blanco, en la forma de buscarlo y en la interpretación que se da a los sentimientos de una población electoral muy distinta en su composición, en sus sentimientos y en sus enfoques de lo que deben ser los partidos y la política.

En el PLN se habla sin tapujos de la necesidad de recuperar la identidad de su marcha con los principios filosóficos y orientaciones políticas de los años de esplendor.

En la Unidad Social Cristiana el apremio no es tan angustioso por el sentido ascendente que ha tenido el voto popular en las elecciones de esta década, así a nivel nacional como en el plano cantonal. Punto no despreciable es que este 4 de febrero su candidato, Rodolfo Piza, salió fortalecido aunque después (y a propósito de la decisión en torno al apoyo a los Alvarado) perdiese apoyos. Pero ni una ni otra cosa son para subestimar el sentido de los vientos que soplan por la ruta que este partido lleva. Está a la vista el anémico crecimiento de las cifras y los sondeos relativos al comportamiento y sentimiento de los electores nacionales destapan una débil presencia del PUSC en los cada vez más numerosos e influyentes segmentos de población joven. O trabajan por esos frentes o se mantendrán en la política apenas flotando. Es el dilema para el PUSC, también. 

Ambos deben cuestionarse qué es, qué motiva, cómo responder la indiferencia, la crítica y la desconfianza hacia la política y hacia los partidos, en particular hacia los llamados partidos tradicionales o –como acertadamente los conceptuó Juan Diego Castro- “los partidos añejos”.

En el PUSC no se escucha un repensar de sus contenidos ideológicos y programáticos. Como si vivieran en zona de confort, explicable en los grupos neoliberales que se atrincheraron en él. Hace pocos meses adoptó su carta programática “José Joaquín Trejos Fernández” y no se deja ver ningún cuestionamiento de lo que sus páginas resumen. Es una perogrullada decirlo pero están a la vista los hechos que confirman que estas cartas lo mismo sirven para un cocido que para un fregado. 

En fecha reciente dos figuras históricas del PUSC (que ya no militan en él) abordaron este importante asunto. El ex presidente Calderón Fournier fue crudo y directo en una entrevista con el politólogo Claudio Alpízar y, en una evidente referencia al contenido ideológico del partido, dijo que el PUSC de hoy no es el partido de años atrás sino “una Unidad Libertaria”. Y respecto a Rodolfo Piza –al que dijo respetar- lo conceptuó como un hombre de “pensamiento libertario”, señalizaciones que evidencian que al ojo de este experimentado político el PUSC no tiene nada que le identifique con el social cristianismo que abrazara al nacer como carta de ciudadanía.

La otra figura histórica que hoy ya no está en el PUSC pero que resplandeció como uno de sus grandes políticos, de una perspicacia envidiable en estas lides, Rolando Laclé Castro, es del criterio de que estos dos partidos tradicionales encaran el desafío de definir cuál es su contenido ideológico. Entrevistado por los periodistas Ignacio Santos y Armando González, opinó que para emprender esta tarea se toparán grandes dificultades dado el choque de criterios que reina a lo interno, protagonizado por personas influyentes que piensan muy diferente, que están en aceras enfrentadas y que no van a facilitar una definición ideológica uniforme ante los grandes problemas que tiene el país.

Hechos. Si es socialcristiano el PUSC deben decirlo -más que el dictado de su carta ideológica- los hechos. Se dice el partido tener un inspirador ideológico histórico, figura monumental y de presencia imborrable en el desarrollo político, social y económico de Costa Rica, el ex presidente Rafael Ángel Calderón Guardia. Fue él quien propuso elevar a rango constitucional una de las herramientas fundamentales para la promoción de la justicia social en las relaciones sociales y económicas del país. Es el artículo que en la Carta Magna hoy vigente lleva el número 50 y que procede de las transformaciones legadas por la Reforma Social de Calderón Guardia: “El Estado procurará el mayor bienestar de todos los habitantes del país, organizando y estimulando la producción y el más adecuado reparto de la riqueza…”

En su mensaje ante el Congreso Constitucional el Presidente de la República, Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia, dijo sobre este precepto que “…es la base de un nuevo concepto del Estado, que no puede limitar su acción a una gestión administrativa pura y simple, ni a permitir el libre juego de factores que no puede vivir ni progresar sin un cabal ordenamiento de los mismos. La armonía social exige, antes que la abierta competencia de las grandes fuerzas económicas, la intervención del Estado a fin de que unas no se impongan sobre las otras, con detrimento del tranquilo desarrollo de la colectividad.”

Sí, la intervención del Estado dirigida a cautelar la armonía social a fin de que el tiburón no se coma las sardinas, de hecho pervive en un mar de interpretaciones. El pensamiento de Calderón Guardia a este respecto, ¿tendrá cabida en los enfoques de la dirigencia actual del PUSC?

Los acontecimientos demuestran que en Costa Rica está vacío el centro izquierda de la política, una vez arrastrados hacia otras posiciones los históricos Unidad Social Cristiana y Liberación Nacional. Uno y otro han de resolver si así están conformes allí donde hoy se ubican o si van a dar un paso al frente. Quien primero lo de podrá configurarse como la gran fuerza del centro izquierda de Costa Rica, unitaria probablemente, visto que las figuras y los hechos que crearon entre ellos líneas de separación, quedaron en la historia.

 

*Abogado, periodista

 

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Martes 13 Marzo, 2018

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