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Opinión

El dolor de la pobreza es mi dolor

Miguel Ángel Rodriguez

“El dolor de la pobreza es mi dolor”, debería ser el sentimiento de cada costarricense y sin embargo parece que hemos olvidado a los pobres.

Pero el dolor de ser pobre no ha disminuido, ni ha cambiado la responsabilidad de todos los costarricenses de ser solidarios con nuestros compatriotas, y de optar preferentemente por atender las necesidades de nuestros hermanos que sufren la escasez y la miseria.

Mi afirmación se basa en observación personal y subjetiva de esta campaña política y de la cultura hoy prevaleciente, y claro que debería ser sustentada en una investigación de los contenidos de la publicidad de los diversos partidos y en los temas tratados por analistas y en las redes sociales en estos últimos años. Esa es tarea pendiente para investigadores en periodismo, en ciencias políticas, en sociología, en antropología.

Como todos sabemos, dos temas puntuales, el “Cementazo” y el matrimonio igualitario, absorbieron la mayor parte de los esfuerzos de comunicación de los partidos políticos y conformaron el mayor contenido de las noticias y opiniones en los medios de comunicación y en las redes sociales. Ello restó importancia a otros temas sustantivos de gran relevancia para la vida nacional. Pero aun dejando de lado estas dos materias, la pobreza no tuvo el rol destacado que su importancia amerita y que anteriores campañas le han otorgado.

Los partidos políticos elaboraron programas de gobierno en los cuales la pobreza está presente, pero no constituye un eje central, ni transversal, ni uno de los temas predominantes.

Corrupción, inseguridad, infraestructura y empleo son temas hoy predominantes en las expresiones de los ciudadanos en respuesta a encuestas de opinión pública, y a ellos se les dio alguna atención. A ellos y a la situación fiscal se dedicó atención en programas y debates, aunque a un nivel muy inferior al que tuvieron el “Cementazo” y el matrimonio igualitario.

Claro que como la vida humana es unitaria, todos los temas están entrelazados y en especial el desempleo tiene gran atinencia con la pobreza. Pero no basta con una consideración indirecta e incompleta de la pobreza.

Con la gran crisis de inicios de los ochenta la pobreza en Costa Rica explotó hasta abarcar la mitad de la población. Con grandes esfuerzos y la transformación de nuestro modelo económico y social logramos volver a reducirla a niveles del orden del 20% para mediados de los noventa, pero ahí con la lucha contra la apertura de los monopolios públicos fundada en falsedades, se perdió la posibilidad de seguir profundizando la transformación de nuestra estructura estatal y productiva, y nos hemos quedado estancados en ese nivel, a pesar de diferentes esfuerzos de varios gobiernos.

Ahora vivimos la realidad de inaceptablemente altos niveles de pobreza, desempleo y desigualdad, de una creciente proporción de empleo informal, de una educación que no cubre a toda la juventud ni la prepara en las habilidades literarias, matemáticas y científicas necesarias para los retos del siglo XXI y de sistemas de capacitación laboral que no preparan a las personas desempleadas o con empleos informales para las áreas en las cuales se generan oportunidades laborales.

Ciertamente, además de programas públicos, hay organizaciones de voluntariado, acciones sociales de empresas, movimientos asistenciales de iglesias que amainan el sufrimiento de familias pobres. Pero es mi impresión que hoy, ante la pobreza, hay más indiferencia y menor compromiso de una gran cantidad de compatriotas jóvenes y viejos, de clase media y más ricos, y que ha disminuido su importancia en el terreno político.

Siento que, al margen de buenos programas gubernamentales como Puente al Desarrollo, al margen de iniciativas privadas de algunas empresas y de instancias como AED y Horizonte Positivo, y al margen de la tarea asistencial de las iglesias, nuestra sociedad está egoístamente dando sus espaldas a las familias que viven el dolor de la miseria.

Claro que para enfrentar la pobreza se requieren acciones en el campo fiscal, en el estímulo a la producción y el crecimiento de la productividad, en la reestructuración del Estado, en el mejor uso de los inmensos recursos que se destinan ineficientemente a educación y capacitación. Pero para poder tener la capacidad de ejecutar esas acciones debemos volver a tener conocimiento y conciencia claros de la realidad de la pobreza, y a compartir en nuestro corazón los padecimientos de nuestros hermanos que la sufren.

Solo así tendrá el país la fuerza y la cohesión social necesarias para poder hacer las transformaciones institucionales que se requieren para verdaderamente disminuir la incidencia de la pobreza y el sufrimiento de quienes hoy la viven.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Lunes 19 Febrero, 2018

HORA: 12:00 AM

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