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Opinión

El síndrome de los oídos sordos

Gloria Bejarano Almada

Se dice que existe el síndrome de los oídos sordos, en el cual las personas no escuchan, oyen, pero no ponen atención a lo que se les dice, oyen las advertencias, pero siguen por el mismo camino. 

En vísperas de la elección presidencial, cabe preguntarse si el síndrome se ha apoderado de gran parte de nuestra población que parece ignorar las señales de alerta que recibimos de países hermanos que han ido perdiendo la libertad y el ejercicio de la democracia cuando oyeron cantos de sirena y no escucharon el peligro que estos cantos encerraban.

Tenemos suficientes ejemplos en la región que nos permiten poner en una balanza si han sido positivos para pueblos como Venezuela el haber “comprado” el mensaje del cambio. Cambio que se sustentó en una guerra en contra de todo lo establecido hasta entonces, una guerra de clases en las que se sembró en odio y la desconfianza, una guerra en contra de las ideologías, los partidos políticos, los políticos, las instituciones, la empresa privada, y por último la prensa.   

El discurso anti “establishment” se volvió popular, cayó primero el bipartidismo, y ya divididas las fuerzas en múltiples partidos, quienes tomaron las riendas en esos países, pudieron asentarse en el poder sin una fuerza opositora unida que haga el contrapeso necesario para evitar los abusos de poder, el irrespeto a la voluntad popular y el respeto a los derechos humanos; en otras naciones los problemas de ingobernabilidad están llevándonos al estancamiento y al retroceso.

Pareciera que el síndrome de oídos sordos se extiende a la vista y muchos miran, pero no se detienen a ver los peligros del populismo en el que nos encontramos inmersos, porque es precisamente el populismo el virus a través del cual se contagia, con mayor celeridad, la sordera.

El síndrome de oídos sordos, no permite escuchar a las voces que con autoridad advierten sobre los riesgos de aceptar ofertas electorales simplistas u arropadas en sentimientos religiosos o sobre el peligro de dar credibilidad a personas cuyos antecedentes claramente nos señalan que no están preparados para enfrentar la responsabilidad de dirigir los destinos de una nación o sobre   la similitud que existe entre algunas de ofertas electorales  con aquellas que han conducido a otros países al descalabro económico, político y social.

En las redes sociales, los troles de uno y otro fabrican noticias que se dan por ciertas porque no se lee lo que hay atrás de cada “noticia” que se riega como pólvora a través de los celulares; se oye la “denuncia” pero pocos escuchan las aclaraciones que permiten discriminar entre lo que es verdad y lo que es una descalificación en contra de un oponente.

Los mitos y las leyendas negras hoy son más fáciles de construir en el imaginario popular, pues a través de las redes se puede decir lo que sea, sin mayores consecuencias.  El anonimato por un lado y la sordera por el otro, harán el resto en la creación de mitos que por desgracia no hemos acabado de comprender que no responden a la verdad sino a los intereses de quien tiene más malicia y dinero para divulgar aquello que va en detrimento de sus oponentes.

Estamos a pocos días de la elección presidencial, hagamos un esfuerzo por escuchar lo que se dice para que nuestra decisión sea producto de la reflexión y la convicción, no de un sentimiento de desilusión, apatía y enojo que en cierta forma nos ha sido impuesto a través de una campaña en que la descalificación y el señalamiento ha prevalecido por encima de las ideas y las propuestas.

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Sábado 20 Enero, 2018

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