Soy una mujer soltera de 32 años. No tengo hijos y desde hace tres años tengo una relación con un hombre casado. Siempre me sentí bien. Yo disfruto y le respeto su matrimonio. Desde el principio él fue claro, en el sentido de que nunca me ofreció nada. El problema es que estaba planificando con las pastillas y las dejé un par de meses. Ahora me di cuenta de que quedé embarazada. No sé qué debo hacer, ya que él tiene hijos.
Estas situaciones se han vuelto cada vez más comunes en nuestra sociedad. Esto llama la atención, por cuanto hoy contamos con métodos anticonceptivos sumamente eficaces, con un índice de fallo mínimo. Sin embargo, alguna desatención, pausa u olvido en el cumplimiento del método genera esta contrariedad. También es cierto que una innumerable cantidad de hombres y mujeres se encuentran “atrapados” en relaciones que, aunque gratas, no tienen futuro y, peor aún, son relaciones a medias, por ser compartidas. El agravante es que el ejercicio de la sexualidad conlleva ciertos riesgos, entre ellos el embarazo, como sucedió en este caso.
En estas circunstancias, es preciso replantearse seriamente la vida, preguntarse qué se quiere hacer y, ante todo, pensar primero en el niño. Es claro que él debe velar por el embarazo, el parto y la pensión respectiva al nacer el bebé. Además de los aspectos económicos, procede que ambos tengan una conversación reflexiva y sincera para decidir el futuro de las personas involucradas: él, ella, el niño y la esposa de él. En general, es recomendable asumir un proceso terapéutico, que les permita decidir lo más adecuado y manejar las diferentes presiones a las que van a estar expuestos.
