Soy un hombre de 34 años. Tengo seis años de casado. Mi esposa siempre ha sido quitada para el sexo, pero con la motivación adecuada nunca se negaba. Desde hace dos años casi nunca quiere tener relaciones sexuales. Nos hemos distanciado mucho y casi no estamos juntos. Mi sorpresa fue que un día de estos llegué a la casa y la encontré estimulándose con un vibrador. Yo me hice el que no vi nada, pero me siento muy mal.
Esta situación suele resultar sorprendente para quienes consideran, erradamente, que la masturbación es exclusiva de los hombres, cuando en realidad muchas mujeres son asiduas a esa práctica. Recordemos que la sexualidad femenina es muy particular y cada mujer experimenta el deleite de diferente manera. Por eso, propiciarse caricias se ha vuelto relativamente frecuente, sobre todo en aquellas mujeres que no tienen la confianza suficiente para decirle y explicarle a la pareja cómo deben ser estimuladas para alcanzar el orgasmo.
Como se entenderá, el uso de vibradores, consoladores u otros juguetes sexuales también pueden generar temor en la mujer a las probables censuras y reproches por parte de él. En estos casos, se debe procurar una conversación seria, respetuosa, sincera y en buenos términos, en la cual ambos expresen sus verdaderas necesidades sexuales, para que así se puedan gratificar mutuamente en la cama.
En muchos casos se requiere de la consulta profesional, sea para garantizar un abordaje científico del problema, para aclarar dudas o, desde luego, para limar las asperezas ocasionadas por los distanciamientos, en especial cuando son de tanto tiempo. En general, si el cariño y el afecto se mantienen, la mayoría de las desavenencias sexuales las podemos superar con los abordajes científicos actuales.
