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Opinión

Voto pensado sí, abstencionismo no

Marvin Herrera Araya*

El día de las elecciones nacionales se acerca cada día más. Y para la mayoría de los costarricenses, unos más, otros menos, es una fiesta cívico-democrática, aunque un porcentaje de electores la vean con indiferencia, desdén.
Lamentablemente con más motivos en esta ocasión.
Es necesario entonces que para estas elecciones seamos fieles promotores de nuestro sistema republicano y democrático -perfectible-, participando en el proceso con nuestro voto pensado por el bien del país; cuidando la escogencia del próximo presidente de Costa Rica.
Es cierto que hay apatía, desilusión, desconfianza, incluso indignación, en los costarricenses por incumplimientos de los gobernantes, la falta de gobernanza, la desatención de problemas nacionales y locales, la pérdida de la función rectora en varios ministerios, los nefastos escándalos de corrupción y la impunidad, la “inflación institucional”.
Realidades que ponen en claro riesgo fundamentos, praxis y resultados de nuestra democracia.
El riesgo sería mayor si se da un crecimiento porcentual del abstencionismo.
Lo que no debemos hacer los costarricenses es darle la espalda a nuestra democracia, tomando las próximas elecciones con indiferencia, desdén.
Ello podría llevar a Zapote a un candidato populista, sin programa de gobierno ni ideología que le den norte a las mejores decisiones y acciones democráticas y humanistas.
Cambiemos estas reacciones de ánimo por una decisión electoral razonada, producto de tener información sobre lo que piensan y proponen partidos y candidatos.
Así lo promueve el TSE. En este punto, los medios de comunicación y las redes sociales están cumpliendo su deber de informar a la ciudadanía sobre el desarrollo de la vida nacional, la campaña electoral y el pensamiento de los candidatos presidenciales.
Esto, nos obliga a una seria reflexión sobre cómo estamos cultivando en las familias, centros educativos, comunidades, trabajo, relaciones sociales, los valores y principios esenciales de nuestra sociedad y los propios de nuestra democracia.
Nuestro voto, esta vez, como nunca antes, vale oro. Vale para preservar nuestra democracia en las mejores manos.
Costa Rica es reconocida internacionalmente como una república democrática, considerada modelo por su sistema electoral, sin embargo, no escapa a los riesgos que ella lleva en sus entrañas si quienes gobiernan no lo hacen con responsabilidad, capacidad, idoneidad y probidad. ¡Ya ha ocurrido y pueblos sufren las graves consecuencias!
El destape del Cementazo, en meses previos a la apertura de la campaña y durante esta, calificado por un destacado analista como “cartel político”, jugará un papel importante en la decisión electoral de los costarricenses.
Y para afectar más el ánimo de los ticos, unida a esta gravísima crisis política pluripartidista, tenemos la inquietante crisis fiscal, la enorme deuda pública, el desempleo y la informalidad, los costosos privilegios conseguidos por medio de las convenciones colectivas, los entrabamientos en la Asamblea Legislativa, la extendida inseguridad ciudadana, la criminalidad, el sicariato, la pobreza y las pifias, incongruencias y controversias del actual gobierno.  
En el marco de nuestro sistema educativo, en educación preescolar, primaria y secundaria, se propone formar a nuestros estudiantes, desde temprana edad, en los procedimientos democráticos.
Al respecto, el pensador Alf Ross define la democracia desde un enfoque político o jurídico, desde lo económico y lo humano.
Transcribo lo que define como democracia política “un modo de funcionamiento del Estado en el cual, el pueblo en su totalidad y no un individuo singular o un grupo más o menos grande de individuos, posee influencia suprema o decisiva con respecto al ejercicio de la autoridad pública”.
Entendida de este modo, la democracia se constituye en un concepto jurídico formal, en el que lo esencial es el método o procedimiento en virtud del cual se determina la voluntad política soberana y no el contenido o materia específica sometida a consideración ciudadana”.
No obstante, el valor de este proceso de elegir los gobiernos estudiantiles, se debería profundizar más en los valores, principios y requerimientos de la democracia, para que las nuevas generaciones de electores se enfrenten a las campañas con convicciones democráticas, integren y participen en los partidos políticos con conciencia cívica, ciudadana, y sean defensores ilustrados de nuestro sistema electoral y no sean fácil presa de falsos líderes, de políticos mesiánicos.
Invertir en educación democrática, en nuestras instituciones educativas, es invertir en paz, libertad, solidaridad, civismo, bienestar y sana convivencia sociopolítica.
Sin olvidar que las vivencias de la democracia empiezan en el seno de la familia y que los gobernantes son los primeros modelos a seguir.
Cierro este artículo, con las consideraciones de Alf Ross sobre la democracia desde lo humano: “… la palabra democracia es usada con un sentido aún más lato, como una actitud o forma de vida que se presenta no solo en el terreno político y económico, ni tampoco solamente en la vida pública, en el Estado y en la actividad social, sino en los asuntos internacionales, en la vida familiar, en las relaciones sociales, en la formación y educación de los hijos, más aún: en toda relación entre hombre y hombre”.

*Exministro de Educación Pública

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Viernes 24 Noviembre, 2017

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