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Opinión

Golpe bajo

Editorial

El atroz crimen contra el fiscal Hans de la O, justo en la puerta de su casa, nos lleva a reflexiones profundas y obligatorias. Aun cuando todavía no se tiene certeza respecto al móvil de este asesinato, ciertamente hubo saña, premeditación y ventaja.
Esperaron a que el funcionario judicial regresara de sus labores en los Tribunales de Heredia para acribillarlo con un arma 9 mm. Según explicaron las autoridades, él estaba indefenso.
No se sabe si fue un asunto de carácter personal, si puede atribuirse a un intento de asalto o bien si el hecho está directamente relacionado con sus funciones como fiscal.
Sin embargo, resulta indiscutible que la muerte de Hans de la O marca un antes y un después en la historia del país, como lo mencionó el presidente de la Asociación de Fiscales de Costa Rica, Ronald Segura.
Si bien todas las personas somos iguales ante la ley, quienes administran justicia se exponen a mayores riesgos por parte de la criminalidad organizada, lo cual es reprochable.
Jamás, en el ejercicio de esas funciones, se justificaría un ataque a la integridad personal en un intento de silenciar y amedrentar a la institucionalidad ni sus decisiones en materia de política criminal y de seguridad.
Costa Rica no puede permitirse tales actos, sería abrir la puerta a una dinámica que ha minado la vida de otras naciones como México, Colombia, Honduras y Guatemala, para mencionar algunos casos.
Hechos como el acaecido evidencian no solo la indefensión de los trabajadores del Poder Judicial ante amenazas y acosos, sino que tampoco se puede descartar la penetración del crimen organizado en la estructura estatal.
No estamos exentos a estas situaciones, el error ha sido en parte verlas como realidades ajenas o distantes a la nuestra. Creer que crímenes de tal índole ocurren en otras latitudes, pero en Tiquicia jamás, es querer tapar el sol con un dedo.
Tal vez la realidad de muchos países no nos alcanza aún, pero eso no significa que debamos bajar la guardia. El crimen organizado opera en el país no de ahora, sino desde hace dos décadas al menos. Y claro, hay gente con intenciones de golpear a la justicia tica, que muchos esfuerzos hace para mantenerse incólume, íntegra y digna.
No podemos ver la muerte del fiscal solo desde esta óptica y así lo dejó claro Ronald Segura; constituye un hecho que golpea la imagen de Costa Rica en la región y en el mundo entero, que afecta la seguridad, las inversiones y hasta el turismo.
Y cuánta razón tienen las palabras del presidente de la Asociación de Fiscales de Costa Rica, pues Centroamérica, aparte de ser el área más peligrosa del orbe en cuanto al desarrollo de grupos del crimen organizado, arrastra en la mayoría de los países que la integra inestabilidad, inseguridad jurídica y altos índices de impunidad.
Los diarios de la región muestran la realidad: hay cifras alarmantes de crímenes contra fiscales, jueces y defensores. Para la Organización de las Naciones Unidas (ONU), esto comprende una preocupación constante y así declaró hace un par de días, tras la muerte de dos fiscales, uno en Guatemala y otro en Honduras.
Adujo que estos ataques mortales se tornan un nuevo patrón de comportamiento y deben contrarrestarse, por la seguridad no solo de los funcionarios sino de la ciudadanía en general.
Las autoridades nacionales no deben claudicar en la búsqueda de los responsables. Se rebasó la línea. Estos son momentos cruciales para el país, los ciudadanos se muestran desconfiados, pero además indefensos ante actuaciones de tal magnitud.
No podemos tampoco permitirnos ver esas situaciones con normalidad. Jamás. Eso sería darle un espaldarazo a la delincuencia y rendirse a sus pies. Los costarricenses tenemos, sí o sí, que respaldar el trabajo de la administración de justicia, mantener la confianza y el respeto.
Si bien hay actuaciones de funcionarios que nos hacen cuestionar y señalar algunas debilidades, no podemos empujar un supremo poder al debilitamiento, sería un cuchillo para el propio cuello.
La desmotivación y la desesperanza no resultan buenas consejeras, la apatía tampoco nos arroja resultados positivos. Los costarricenses debemos sentirnos parte del problema, pero, mucho más, volvernos agentes de soluciones.
La muerte de un fiscal, o cualquier otro funcionario judicial, es un golpe directo a la institucionalidad.

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Viernes 24 Noviembre, 2017

HORA: 12:00 AM

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