Bachillerato 2
Marvin Herrera Araya*
En artículo anterior, me referí a la sentencia 06339 de la Sala IV y planteé la cuestión de si el bachillerato, en la actual praxis educativa, solo se concibe como pruebas finales de la Educación Diversificada o si es conceptualizado e implementado como un proceso de todo este ciclo educativo, incluidas dichas pruebas.
Los señalamientos acerca del bachillerato están recargados sobre la cantidad de jóvenes rezagados sin el bachillerato: un problema educativo-social-económico-familiar que invita a la reflexión y acción, porque está en juego un mejor futuro para nuestros jóvenes que se estancan, se desilusionan, al perder alguna o algunas de las materias.
También, se han hecho serias críticas a la calidad de nuestro sistema educativo, frente a la inversión, por los resultados en estas pruebas, en las diagnósticas de PISA y por ciertos factores asociados al proceso educativo que la afectan, constituidos en debilidades por atender: infraestructura escolar, disponibilidad de medios de aprendizaje, preparación y actualización de los profesores, pobreza, retraso en la entrega de becas, falta de acompañamiento de las familias, cargas administrativas al docente, pérdida de tiempo en el aula…
Estudios realizados, luego de restablecerse la aplicación de las pruebas de bachillerato, en 1988, siendo Francisco Antonio Pacheco el ministro de Educación Pública, investigaciones del Estado de la Nación y criterios de profesores activos y pensionados apuntan en la dirección de que el bachillerato en Costa Rica debe ser replanteado, lo que no implica eliminarlo.
Costa Rica tiene experiencia en la aplicación del Bachillerato Internacional en colegios privados y, recientemente, en públicos, cuya filosofía y estructura sí atienden capacidades e intereses de los estudiantes, al darles libertad de escoger las materias por estudiar, de nivel superior unas y de nivel medio otras, dentro de los seis bloques establecidos en el BI, además de una monografía.
Consecuentemente, tenemos información, conocimiento, criterios y experiencia acumulada no para calcar el BI en cerca de 1.000 colegios, sino para reformar y aproximar nuestro bachillerato a esa filosofía. Los especialistas harían las recomendaciones pertinentes, de acuerdo con nuestra realidad.
El aparato técnico-administrativo del sistema educativo debe estar ordenado al servicio de los mejores aprendizajes de los alumnos -pues son la centralidad del sistema-, para que tengan éxito y alcancen la formación integral que nuestra sociedad necesita y espera, en lo académico, técnico, social y emocional, según talentos, capacidades y limitaciones.
Al ser desiguales, al haber diversas inteligencias, la Administración Escolar no debe estar por encima de dicha centralidad.
Sería muy acertado que un equipo interdisciplinario de profesionales estudie maneras de modernizar nuestro bachillerato, con objeto de plantear al Consejo Superior de Educación soluciones posibles y de que este órgano constitucional tome las decisiones pertinentes y el MEP las instrumente.
Analizaría la conveniencia de medir la calidad de la educación costarricense, según fines y objetivos, con un diagnóstico nacional, mediante muestra estadística, diseñado con los requerimientos de estandarización, claridad de objetivos y administración adecuada, cuyos resultados permitan tomar decisiones seguras sobre el mejoramiento cualitativo de la educación costarricense, previniendo que no ocurra lo mismo que ha sucedido con otras pruebas diagnósticas, incluidas las de PISA, debido a que estudiantes no las terminan como corresponde.
Establecido el instrumento diagnóstico de medición de la calidad de nuestra educación, con las garantías técnicas y administrativas necesarias, entonces se procedería a modernizar las pruebas de bachillerato en la Educación Diversificada, constituida por ramas: académica, técnica, artística y modalidades. Dos criterios básicos podrían ser considerados: contextualizarlas, con objeto de examinar y atender las desigualdades cualitativas de la oferta educativa en las diferentes regiones educativas, especialmente con poblaciones indígenas, costeras y fronterizas.
¡Un enfoque de justicia académica! Diversificarlas, para atender las preferencias y vocaciones de los estudiantes. ¡Respeto a las diferencias individuales!
Si se llegara a establecer pruebas de bachillerato divididas en ciencias y en letras, por ejemplo, las pruebas correspondientes podrían ser complementadas con un proyecto social vinculado a la comunidad o un proyecto de investigación relacionado con el área escogida, igual, si la diversificación fuese mayor; entendiendo que tal diversificación no afectaría la formación de una cultura general básica de los estudiantes, dado que hay un currículo básico común del que se derivan las pruebas del bachillerato y los estudiantes deben aprobar primero todas las asignaturas del correspondiente Plan de Estudios de la Educación Diversificada para egresarse; además, el bachillerato conceptualizado e implementado como un proceso.
El bachillerato debe mantenerse, por ser un medio para invitar al esfuerzo, la dedicación y disciplina en el proceso de aprendizaje, pensando que en nuestra sociedad gana terreno, lamentablemente, la cultura del “facilismo”, “del menor esfuerzo”. Por todo lo anterior, he sostenido la posición de que lo esencial es revisar y adecuar el ordenamiento institucional y la normativa actual sobre el bachillerato, para que los estudiantes tengan mejores oportunidades de adquirir los aprendizajes del Ciclo Diversificado y que la aprobación de las pruebas sea una lógica consecuencia de un proceso debidamente planificado e implementado a dos o tres años, pues no se trata de que los estudiantes y profesores hagan un “esprint” frente a la convocatoria de las pruebas de bachillerato.
*Exministro de Educación Pública
