Siempre nos gusta recordar que, para la ciencia, el pene es un órgano maravilloso sin comparación en la fisonomía corporal, ya que tiene la capacidad de cumplir tres funciones estelares en el organismo. Para ello, cambia su morfología como ningún otro órgano del cuerpo.
La erección varía mucho dependiendo del grado de excitación. En situaciones altamente provocativas, la erección es firme, tensa, férrea; el varón siente que el pene es vigoroso y fuerte, y por lo general se levanta 135 grados, como señalando a las once.
Las erecciones que se pierden parcialmente o no alcanzan la totalidad de la firmeza revelan que la situación, o no es tan excitante, o hay problemas en los mecanismos de la erección. Por ende, deben ser motivo de consulta.
Desde luego, cuando el encuentro sexual es muy prolongado y se alternan los besos y caricias con las penetraciones, es totalmente normal que la firmeza de la erección fluctúe. El pene se pone flácido y luego recupera la firmeza según la estimulación que se presente.
Uno de los aspectos poco comentados y que evidencian la salud sexual del varón son las erecciones matutinas: los varones experimentan erecciones al despertar al menos cinco veces por semana.
Estas erecciones son reflejas. No son producto ni de caricias ni de pensamientos o sueños sexuales, y cuando la sexualidad del varón anda bien, tienen la característica de ser muy intensas y firmes. Se desvanecen cuando el hombre orina o al asumir las rutinas preparativas de las mañanas. Para sorpresa de muchos, durante el sueño también se presentan estas erecciones reflejas.
Estas erecciones matutinas son toda una invitación y, a lo mejor, una forma en que la naturaleza nos sugiere que la mejor manera de iniciar el día es dándonos una zambullida sexual, conocida en términos populares como “el mañanero”.
Otro dato que nos habla de la salud sexual masculina es la eyaculación, la cual debe ser explosiva; es decir, debe pringar, desplazando el semen unos veinte a treinta centímetros. Si con frecuencia el semen sale como “chorreado”, sin fuerza, es una señal de que algo anda mal.
El volumen del semen oscila entre tres y cinco centímetros cúbicos. Su color es blanco nácar y no debe tener tintes amarillos, achocolatados o rojizos. El olor es característico a cloro, y la consistencia es semigelatinosa, aunque al cabo de unos minutos se vuelve líquida.
Se maneja la idea de que el pene naturalmente tiene un mal olor, y eso es falso: el pene es un órgano muy limpio. La presencia de olores desagradables o secreciones que manchan la ropa interior sugiere un proceso infeccioso y, en algunos casos, hasta de enfermedades venéreas.
Es crucial que ambos miembros de la pareja sepan que la erección se desvanece una vez salido el semen y que es necesario dar un compás de espera, el cual puede durar hasta treinta minutos o más para poder conseguir una nueva erección. Esta suele ser una consulta común, ya que los varones, al perder la erección después de la eyaculación, lo confunden con una impotencia.
