Aprendamos de los naufragios fatales
Lic. Gerardo Morales
Con relativa frecuencia ocurren naufragios en diferentes partes del mundo.
Las dos causas principales son la sobrecarga, más allá de lo permitido, y la ausencia total de chalecos salvavidas, que deben estar en perfecto estado de uso y seguridad.
Nuestros ciudadanos han sido víctima de algunos de esos naufragios, en el ámbito nacional, y en el extranjero.
En la provincia de Puntarenas, hace como diez años, un catamarán llamado Pacific Princess se hundió y vidas valiosas se perdieron.
Más recientemente en la zona de Bluefields en Nicaragua, en un viaje turístico con recarga de pasajeros, mar embravecido y falta de chalecos salvavidas, se repitió otra tragedia. Varias familias se vieron enlutadas.
La confianza rompe el saco. He visto en Puntarenas, Tortuguero y aún en la laguna del Arenal, servicios de turismo acuático sin ninguna vigilancia, pues no hay autoridades que revisen las condiciones mínimas para al zarpe, y no deseo más perdidos, lesionados o difuntos por la evidente tolerancia y desorden que rige en esa actividad.
Es como si cada empresario y pasajero creyera que el chaleco salvavidas es un estorbo, pero es uno de los pocos elementos que pueden aumentar los índices de sobrevivencia de pasajeros y tripulación.
Anejo a esto, creo que ya se dieron los primeros pasos del Ministerio de Transportes para verificar la navegabilidad, seguridad y capacitación de los navegantes.
Hace poco, se dio el caso de un llamado capitán menor de edad.
Solo en Nicaragua ha existido una condenatoria patente por la responsabilidad del capitán.