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Opinión

El Coro de San Cayetano: una experiencia más allá de lo artístico

Gerardo Castillo Martínez / Exintegrante

El mes anterior se cumplieron 40 años de la refundación del coro de la comunidad de San Cayetano.  Fue el 22 de mayo de 1977, con motivo del debut realizado en una misa celebrada en la iglesia de la vecindad.  Estuvo en la palestra por cuatro años, durante los cuales combinó sus actividades corales con labores sociales de gran calado en el caserío.

El Coro recogió, en ese año, una tradición creada en 1967 en esa jurisdicción josefina por otro grupo con el mismo nombre. Legado que no solo consistió de las canciones y la música que este hizo acopio y que “traspasó” al que le sucedió 10 años después, sino también en la “entrega” del espíritu, las ideas, los pensamientos y los propósitos que inspiraron a esa pléyade de jóvenes adolescentes de la década de los 60, quienes “marcados” por los acontecimientos culturales, sociales y políticos de la época, sintieron la necesidad de manifestar, a través de las letras de las canciones, sus aspiraciones de cambio en la sociedad, cuyo medio de expresión y de opinión lo constituyó la prosa religiosa influenciada por las ideas de la Teología de la Liberación, la Autodeterminación de los Pueblos, las luchas de descolonización, y las corrientes que abogaban por la “desjerarquización” y “desclaustramiento” de Dios para que estuviera a la par y cerca de su rebaño olvidado...  Y ello fue posible porque hubo sectores dentro de la Iglesia Católica costarricense identificados con tales ideas, que permitieron crear los “espacios de tolerancia” a esas canciones y a los grupos que las ejecutaban.

Tal herencia de sensibilidad social, explícita en las canciones que hizo propias el siguiente coro, un decenio más tarde, no fue en vano:  la “responsabilidad continuada” a la que nos obligaba el compromiso de ser congruentes con lo que empezábamos a cantar, nos inspiró a llevar al terreno de las realidades concretas los dictados de cambio social que el lenguaje religioso de esas canciones nos compelía a hacer, aunque condicionados estos a los “alcances imaginativos” que para estos otros jóvenes idealistas significaron esos dictados, los que fueron traducidos en acciones de apoyo a niños y niñas pobres de los alrededores de San Cayetano, en diciembre de cada uno de los cuatro años a partir del surgimiento del Coro, cuando les organizábamos fiestas en las que les dábamos juguetes, ropa y golosinas, conseguidas gracias al respaldo generoso de vecinos y empresas de la zona. Nos sentíamos, así, que estábamos cumpliendo con nuestro deber de “cambiar al mundo”.      

Pero nuestra insatisfacción por las inequidades materiales y sociales que en ese tiempo, y todavía hoy, marginaban a grandes conglomerados humanos, las “gritábamos” y las “denunciábamos”, también, por medio de las canciones que apelaban a un Dios “vivo”, “terrenal”, “fuera del templo”, y compenetrado con las necesidades de auxilio de los pueblos explotados.  Y seguramente Dios nos “escuchaba” y nos “entendía”, porque ni en 1967, 1977 o en la actualidad, las injusticias contra los pobres han cesado.  Con nuestras voces cantoras, resaltadas por la musicalidad que las acompañaba, en un ambiente de solemnidad cómplice en la parroquia de San Cayetano, cada sábado a partir de la reconstitución del Coro, y con la guía ideológica de las letras de las canciones dirigidas a Dios, creíamos que estábamos contribuyendo a redimir a los pueblos sojuzgados.  Mezcla de ingenuidades, anhelos de hacer algo importante por los demás desde nuestro enfoque de adolescentes dispuestos a colaborar por un mundo mejor, y un concepto de Dios quizás demasiado pretencioso respecto de sus “posibilidades” de transformar a la raza humana.  

Pero además el Coro fue el receptáculo de intereses adicionales de quienes lo integraron, desde su nacimiento a su disolución formal en 1981:  representó un “parteaguas” para jóvenes que vieron en él la oportunidad de realización personal y artística; de “refugio” para sus necesidades emocionales de compañía y apoyo; de “escuela” para volcar sus inquietudes corales, musicales, sociales y de amistad; y campo de experiencias formativas en diferentes ámbitos, que, a la postre, en alguna medida, influyeron en sus vidas posterior a la finalización del Coro.

El sábado 24 de junio, en el mismo sitio en donde hace cuatro décadas se creó el grupo, a saber, la iglesia de San Cayetano, recordaremos, en la misa de las 6 p.m., esas glorias del ayer que nos hacen reencontrarnos hoy para revivir ese sueño... que tuvimos en 1977. 

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Martes 13 Junio, 2017

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