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Opinión

Desaceleremos un poco

Marcela Chacón

Como cada mañana, el despertador comenzó a sonar cuando me encontraba en lo más profundo del sueño. A tientas y sin mis anteojos puestos, comencé a buscarlo en la mesita de noche para detener su llamada a levantarme que tan violentamente me devolvió a la realidad. Alrededor, el ensordecedor silencio tan solo era roto por el trinar de algún yigüirro o comemaíz (sí, tengo el lujo de que en el pueblo en el cual vivo hay cientos de pájaros que cada mañana nos regalan su canto), avisando que el sol había salido y que era necesario darse prisa para llegar a tiempo a trabajar.

Llegué a la cocina y seguí mi ritual diario de preparar mi café y tostadas, que devoré – claro está -, después de tomar mi pastilla de la presión y vitaminas. Corrí y corrí haciendo cosas por toda la casa para dejarla presentable antes de salir a la calle y cuando finalmente me bañé y terminé de alistarme estaba tan cansada como si no hubiera dormido bien. Sin embargo, no podía perder el tiempo, tenía que continuar en la carrera contra el tiempo en la que se resumen mis mañanas, procurando no olvidar ni dejar de hacer ninguno de los puntos en mi lista o pasaría el resto del día preocupada y llena de remordimientos. 

Tomé mi cartera y salí al trabajo a toda velocidad, molesta en cada esquina por la cantidad de tráfico a esa hora temprana del día y tratando de concentrarme en la estación de radio en la que una señora con voz fuerte y chillona trataba de localizar a un Ministro que no le atendía el celular. La fila interminable de carros me hizo recordar que mi reunión empezaría media hora antes de lo que habíamos fijado inicialmente y entré en un horrible pánico que se tradujo en un genio feroz que me hizo sentir el corazón acelerado y los ojos llenos de ira.

Entré a la oficina a punto de infarto y noté que en medio de las carreras había roto mi media a la altura de la pantorrilla derecha y recordé que había usado el último par que guardaba en mi gaveta de emergencias. Llegué hasta mi escritorio con la angustia reflejada en la cara y con un centenar de ideas dando vueltas en mi cabeza sobre la manera en que debíamos tratar el tema de la reunión pronta a empezar.

Fue entonces que vi la pequeña agenda que usualmente tengo abierta sobre mi escritorio marcando la fecha diaria y caí en cuenta de que este acelere me ha llevado a golpes y saltos a lo largo de cinco meses completos este año y que sería prudente organizar mejor mi tiempo para lograr llegar viva y cuerda hasta diciembre.

¿Le suena familiar este panorama? Imagino que sí. Hoy quise sacarlo a colación en lugar de hablar del sube y baja del dólar, de la Viceministra de la Presidencia o de la demanda de doña Eugenia Cartín contra Tigo, porque creo que ya corrimos bastante este año y es necesario que hagamos un alto en el camino. Tomémonos un rato para disfrutar el día y la vida. Volvamos a ser lo que éramos: seres humanos que compartían un poco de su tiempo con los demás. No perdamos de vista que, en resumen, se trata de vivir y de hacerlo de la forma más agradable posible, pues al final, lo único que importará es haber sido felices.

Feliz martes a todos.  

 

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Martes 30 Mayo, 2017

HORA: 12:00 AM

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