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Opinión

Aritmética del atarantamiento

Juan Diego Castro Fernández

Solo si nos dejamos atarantar, Costa Rica sufriría su peor derrota social el 4 de febrero de 2018. La multimillonaria precampaña de los Arias, Álvarez y Araya, superó los límites del derroche electorero. Miles de millones inundaron las ciudades y los medios de comunicación. Ese domingo hubo más dinero que votantes. Con una importante cifra negra de desprecio y miedo contra un Figueres, que además logró atraer a miles de otros partidos, y sobre todo a los arayistas de cemento y latas de zinc y a los poderosos socios de los lauristas y aristas, lograron su sufrido éxtasis temporal.

Su tremendo atarantamiento y su personalidad “intolerante a la frustración, formada por los políticos de turno” y la creencia de que el dinero lo compra todo, lo hicieron estallar a media noche, el 2 de abril de 2017, frente al Parque Morazán, con tarima y orquesta desperdiciadas, lúgubre escenario de los rostros de los Álvarez, los Chacones, los Gallardos y los Benavides y las voces telefónicas asustadas de los Espinachs, las Rodríguez, los Arias, los Araya y las Chinchillas. La costosa parafernalia fue poca para lucir la arrogancia de quien se hizo millonario después de bínubo y jamás será presidente de nuestro país. Caras verdosas ya vistas, como en las renuncias de Rodrigo Arias a la precandidatura, Araya a la candidatura en segunda ronda y Chacón al ministerio después del viaje de Laura en el jet del amigo colombiano, o Gallardo después del arreglo de $35 millones con OAS.

Pasaron tres semanas y aún el tribunal interno del Partido en dos Liberación Nacional no había concluido el conteo de los votos de su convención más cara y enclenque. Aparentemente -con la información del último corte publicado- participaron solo 415 mil electores, sea el 12.9% del padrón electoral nacional que ahora suma 3.198.063 costarricenses con derecho al voto. Un fracaso estrepitoso, sabiendo que cualquiera podía votar y miles de los que esa vez lo hicieron jamás votarán por el “P[en 2]LN” en febrero próximo. El tándem AAA, arismo-alvarizmo-arayismo obtuvo únicamente 190.805 papeletas a su favor. No llegaron ni la mitad de los que acudieron a las frustradas urnas verdiblancas, por lo que, difícilmente, obtendrán esa suma en las elecciones nacionales del año entrante, con todo y la campaña sucia y derrochadora de miedo y dinero que enfrentaremos a partir de octubre.

Los números son lúgubres y solo los aristas y sus socios creen que nos van a atarantar otra vez. La última convención liberacionista fue una apocalíptica catástrofe electoral. Esa vez participaron en la pantomima decenas de miles de simpatizantes menos que en las convenciones anteriores, en 2009 con Chinchilla y en 2013 con Araya.

Esos 190.805 votos, obtenidos a muy alto precio por los Arias-Álvarez-Araya, significan solo el 5,96% del padrón electoral actual, sin contar los votantes que recibirán sus cédulas de ahora a febrero próximo. 

Con estos duros datos -si no hubiese abstencionismo- en febrero del 2018, quien gane las elecciones presidenciales en primera ronda necesitaría 1.279.225 votos que corresponden al 40% del padrón exigido por ley, es decir que, si “el líder del futuro” de los Arias ya lleva sus 190.805 votos completos, le harían falta 1.089.225 votos, más de cuatro veces la cantidad que le produjo falsamente la convención.

Ahora bien, si el abstencionismo fuera del 30%, veríamos que 959.419 costarricense no votarían, entonces la totalidad de los votantes sumará 2.208.644, el emporio político Arias-Álvarez ya tendría los mismos 190.805 votos que equivaldrían al 8,64% de los votantes (sin abstencionismo), necesitando 692.660 más votos para completar 883.465, el 31,36% del electorado nacional, rebajadas las abstenciones.

Es muy baja la probabilidad de que los Arias-Álvarez-Araya cuadrupliquen la exigua votación que acaban de recibir, con todo y los miles y miles de millones que tienen en sus cuentas bancarias más la grosera deuda política. Esa posibilidad que les abriría las puertas para privatizar la energía, la salud y las pensiones de la sociedad costarricense, se amplía en la medida en que el atarantamiento que acaban de ensayar, lo multipliquen echando mano de inimaginables armas y haciendo que el abstencionismo no disminuya y la conciencia nacional descienda.

Nuestro desafío como una nación que se apresta a celebrar sus dos siglos de independencia es organizarnos eficazmente para llegar a las urnas el 4 de febrero próximo a defender nuestro derecho al voto, a trabajar por la reconstrucción nacional, sin caer en el espejismo de los partidos inútiles de siempre, cómplices de la corrupción y del retraso.

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Viernes 19 Mayo, 2017

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