¡Lavarse el pelo no es muy complicado! En eso muchos coinciden. Sin embargo, la mayoría de las personas desconoce las consecuencias que pueden derivar el hacer bien o mal el proceso.
Normalmente es una rutina, no se presta demasiada atención al lavado y se realiza casi de forma mecánica.
Este procedimiento puede mejorarse o cambiar para convertirse en un acto más efectivo viendo efectos y cambios positivos.
Cepillar: Es fundamental desenredar el cabello antes de lavarlo.
Ya que este paso exfolia el cuero cabelludo, elimina los restos de productos, estimula la circulación sanguínea y evita que se enrede, al tiempo que facilita la penetración del champú.
Enjuagar: El cabello debe estar mojado antes de aplicar cualquier producto, el uso de agua tibia es lo más recomendable ya que al utilizar agua caliente permite abrir la cutícula, limpiar la suciedad el vapor abre los poros eliminado mejor la grasa.
Mientras que utilizar agua fría ayuda a sellar la humedad del pelo, ya que cierra las escamas de cutícula, añadiendo brillo.
Champú: Se debe escoger el más adecuado según el tipo de cabello, además es importante no exceder en la cantidad de aplicación del producto, el cual no se recomienda aplicar directamente si no en las manos para así realizar una buena distribución.
Se debe realizar un masaje en el cráneo de manera circular y dejar que la espuma caiga en el resto del cabello sin aplicar más producto ni frotarlo.
Pero lo importante es retirar por completo los residuos.
Acondicionador: Si es necesario se puede aplicar este producto de medias y a puntas por algunos minutos dejarlo en el cabello.
