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Opinión

Cómo manipular la realidad, encubrir responsables y retroceder un poco más

Álvaro Mata*

La administración del Estado recae en aquellos que fueron electos para gobernar el país. Si hay una mala gestión, un mal servicio, si las instituciones dejan de funcionar y no satisfacen sus objetivos o deben transformarse y no se hace, la ineptitud, la culpa o el dolo, que va emparejado a esos hechos, es responsabilidad de ellos: del servidor público, del Poder Ejecutivo, del Presidente, de las clases políticas que han gobernado el país en los últimos 40 años.

La mala gestión va en detrimento directo del orden social, evita el desarrollo del país y nos empobrece condenándonos, como lo demuestra el actual contexto que padecemos, a vivir en un estado que se agrieta dominado por las mafias. La “larga lista de espera”, las “inversiones” cuestionables, OAS, Autopistas del sol, minería a cielo abierto, las malas calles y cierre de trenes, la inseguridad, la refinería china, la trocha, consultorías y nombramientos a amigos y familiares, negociar derechos humanos, el cemento chino, sueldos excesivos, más y más burocracia, incluido el deterioro de la Caja, el ICE o RECOPE, tiene nombres y apellidos: los Figueres, Arias, Chichilla, Rodríguez, Calderón, los Solís, los Otitos, unido a los que coluden, guardan silencio, buscan prebendas y compadrazgos, pasan por alto el conflicto de interés, el tráfico de influencias, el daño social y el desfalco al Estado. 

Los proponentes del referendo no sólo omiten estos hechos, los encubren y los manipulan a conveniencia. Pero tampoco su propuesta direcciona al país hacia una transformación energética, ni que evolucionemos tecnológica o culturalmente, al contrario, sus objetivos se centran exclusivamente en insistir con la explotación petrolera y en el vender por vender, usando, eso sí, los activos del Estado, dejando las ganancias para unos pocos, lo que implicaría, en el mejor de los casos, no sólo un estancamiento, sino quedarnos en el pasado y hacernos más pobres. 

Con lo propuesto tampoco mejora el servicio y menos el precio, pero sí se lesionaría la imagen que ha logrado el país en lo ecológico, y sobre todo al sector turismo y los ingresos que percibe el país por ese rublo.

La similitud entre los sindicatos, justamente criticados por sus componendas (convenciones colectivas) con los políticos de turno, y los proponentes, va más allá que las coincidencias: unos y otros, velan únicamente por sus intereses, sin importar si abusan o lesionan el interés público. Ambos, en su estrecha visión de mundo, son estalinistas y totalitarios: los unos protegiendo la burocracia y sus privilegios, los otros la gula del mercado, la avaricia y la usura. 

A ambos sectores les es indiferente el bien común, el beneficio social y el interés público. 

La propuesta no conlleva ninguna solución, más que sacar provecho de los prejuicios existentes hacia los sectores sindicales y su bien ganada mala fama, con el agravante que dejan de lado a los verdaderos responsables del deterioro de las instituciones públicas y del Estado.

Reiteremos: igual que el proceder de los criticados sindicatos –con sus dogmas, sus carencias propositivas, conveniencias e intereses– corrompen hechos, manipulan la realidad y su ortodoxia, es decir, su visión estalinista de las cosas, no los deja ir más allá de sí mismos y su mezquindad. 

 

*Escritor

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Martes 28 Febrero, 2017

HORA: 12:00 AM

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