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Opinión

Participación ciudadana y pureza de las elecciones

Luis Antonio Sobrado*

El 13 de febrero de 1944 fue día de elecciones en una Costa Rica convulsa. Reinaban la desconfianza y el mutuo recelo entre los bandos políticos enfrentados. El proceso electoral carecía de una autoridad electoral confiable que garantizara su pureza. Luego de cerrarse las urnas en Sabanilla de Alajuela, Timoleón Morera Soto, su hermano Jorge y Genaro Carvajal llevaban el material electoral con los votos ya emitidos hacia el centro de Alajuela. A la altura de La Ceiba, en un cruce frente a la finca Asociación de los Castros, un contingente armado los interceptó y les exigió que entregaran los sufragios. Los tres valientes se negaron, pero entonces los delincuentes electorales les dispararon. Timoleón, aferrado a los votos, cayó muerto. Genaro Carvajal se abalanzó a recogerlos y fue gravemente herido. Jorge, en cambio, sí pudo escapar con el material electoral y, tras sortear alambres de púas y acequias, entregó los votos para que fueran contados.

Esta es una página tan heroica como triste de nuestra historia. El coraje cívico de Timoleón fue ejemplar, pero dejó tres hijos huérfanos y una viuda. Nadie debería morir por defender el derecho a escoger libremente a sus gobernantes. El respeto a la voluntad popular no debería pagarse a precio de sangre. Ese es el gran logro de nuestra sociedad. Arrastramos muchos problemas, sí, pero desde hace décadas fuimos capaces de construir los acuerdos y mecanismos institucionales que permitieran la alternancia pacífica del poder político. Nadie muere hoy en Costa Rica defendiendo el derecho del pueblo a elegir porque no hace falta. Y no hace falta porque hemos construido la estructura institucional que, como un puente sólido, nos permite transitar cada cuatro años de un gobierno a otro sin sobresaltos.

Esa estructura tiene un pilar en el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), lo que, sin embargo, no hace prescindibles a los ciudadanos. Nunca son prescindibles los ciudadanos en una democracia. Muy por el contrario, la fortaleza de esta reposa siempre en la vitalidad cívica de su pueblo. El TSE organiza y dirige elecciones, pero no las hace. Las elecciones en Costa Rica las hacen los costarricenses, ustedes, porque el proceso electoral les pertenece, porque son ustedes quienes deciden. 

Por eso la pureza de las elecciones no descansa solo sobre la probidad y experticia del organismo electoral, sino, además, en la más vigorosa participación ciudadana. Participación ciudadana y pureza de las elecciones son, así, dos caras de una misma moneda, aquella que, por contener la suerte de un pueblo, no se lanza al aire sin estar seguros de que cara y cruz se respaldan y refuerzan. El TSE y el pueblo son aliados en esta causa.

Esa es la razón por la que nuestras elecciones abundan en espacios de participación ciudadana, más allá del acto de votar. Usted puede ser miembro de mesa o puede ser fiscal partidario. Así ha sido desde hace décadas y la gente lo sabe. Lo que quizá muchos no sepan es que, en años recientes y por iniciativa del TSE, se han abierto espacios de participación electoral al margen de los partidos políticos, ya sea a través de organizaciones de la sociedad civil, como observador nacional, o a través del propio TSE, como auxiliar electoral. Una figura permite la plena veeduría de la jornada comicial. La otra, incluso, la custodia del material electoral y la asunción del control de la junta receptora de votos, ante la ausencia de miembros de mesa propuestos por los partidos. Estas oportunidades participativas (que se suman a la que tradicionalmente ha ofrecido nuestro emblemático Cuerpo Nacional de Delegados) han sido abiertas por un TSE convencido de que las mesas de votación colmadas de vecinos no solo son más seguras, sino que, sobre todo, expresan mejor la convicción de que en democracia las elecciones las hace el pueblo… pueblo que, como Timoleón, jamás permitirá que se las arranquen de las manos.

 

*Presidente del Tribunal Supremo de Elecciones

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Viernes 24 Febrero, 2017

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