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Opinión

Le tienen por loco

Juan Luis Mendoza

Me refiero a Jesús, y quienes le tienen por loco son sus propios parientes. En efecto, desde hace un tiempo María advierte en su hijo un algo extraño que lo envuelve y sigue a todas partes. “La Madre observaba, escribe el padre Larrañaga, veía a su Hijo como un meteoro que, cada vez más distante, se adentraba por el espacio, envuelto en un misterio progresivamente más denso. Frecuentemente, ante la aprensión de la Madre, se ausentaba de casa, casi siempre a la luz de las estrellas, en dirección de colinas cada vez más elevadas y distantes”.

Y esto otro: “Por lo que sucedió en el comienzo de su evangelización, podemos concluir que, en estos oscuros años, fue gestándose y arremolinándose en torno al Joven una corriente de desafecto y enemistad entre sus parientes que, sin duda, lo fue empujando a una soledad cada vez más fría”.

En efecto, poco a poco aparece entre los parientes una actitud de animadversión, hostilidad y rechazo hacia Jesús. Y, desde luego, una absoluta incomprensión de su persona y misión. Eco de todo ello es la queja de Jesús: “Un profeta sólo en su tierra, entre sus parientes y en su propia casa carece de prestigio”. (Marcos 6,4). El evangelista agrega que “no pudo hacer allí ningún milagro” y que “se maravilló de su falta de fe” (Marcos 6,6).

Pero hay más, muchísimo más, y con ello llegamos al colmo: “Sus parientes se enteraron (de que Jesús estaba allí) y fueron a hacerse cargo de él, pues decían: ha perdido la cabeza”. Aquí el padre Larrañaga: “Ahora bien, un sentimiento tan arraigado no nace espontáneamente, como un hongo, de la noche a la mañana. Para explicárnoslo, tenemos que remontarnos a los días juveniles de Jesús en Nazaret, y como hipótesis, descubrir ahí las raíces de esos brotes inamistosos que, de manera tan agresiva, se exteriorizaron en los primeros meses de su actividad pública”.

¿A qué pudo deberse? He aquí, a continuación, alguna posible explicación. Ante todo, recordar que la familia de Jesús -aunque aparece siempre entre José y María- debió ser muy numerosa y que más de uno o una en ella pudo censurar el hecho de que, sin mayores explicaciones, se ausentara del hogar y se “refugiase” a la sombra de Juan Bautista. ¿Suficiente razón? Es muy probable, por otra parte, que los propios parientes vieran con malos ojos la conducta celibataria de Jesús, con los consiguientes comentarios burlescos e irónicos. El hecho era absolutamente incomprensible para las gentes de la época. Esto es lo que movió a sus propios familiares a mirarlo con desconfianza, hasta desprecio, mientras los de afuera, la gente del pueblo, empieza a seguirlo y a entusiasmarse con él.

El padre Larrañaga reflexiona: “Como consecuencia, el Pobre de Nazaret debió sentirse terriblemente solitario a lo largo de la travesía de su juventud, así como en el resto de sus días. Si nadie lo entendía, y era inevitable que así sucediera, la consecuencia era la más fría soledad. ¿Qué forma de comunicación podía darse entre el Hijo de Dios y aquellos rastreros vecinos de Nazaret? ¿Qué había de común entre ellos? ¿Qué amigos podía tener cuando se abría una distancia infranqueable entre él y ellos? ¿Qué clase de apertura-acogida podía establecer, por ejemplo, con los jóvenes de su edad?”.

Y añade: “Fue inevitablemente solitario porque solo con el Padre podía comunicarse verdaderamente, y por solitario, fue incomprendido, rechazado y empujado hacia afuera, al desierto de la solitariedad. Fue una columna de luz asentada en una alta montaña, y en su soledad se perfilaban horizontes desconocidos que no eran de este mundo; pero su soledad no era romántica sino dolorosa. Por eso fue y es maestro en el misterio del dolor, y tiene una palabra autorizada para los que se debaten en las apreturas de la angustia. “Vengan a mí…”.

Cierro el escrito con la consideración de que María también hubo de sufrir lo suyo, y por lo mismo. ¡La Madre dolorosa ya… ¡hasta el Calvario!

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Sábado 21 Enero, 2017

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