Don Luis Alberto Monge
Gloria Bejarano Almada
No hay duda que nuestra capacidad para asimilar noticias ha sido puesta a prueba durante las últimas semanas en la que se han sucedido una serie de eventos que han conmocionado la vida nacional e internacional. Fallecimientos, la elección del nuevo presidente americano, la condena a un partido y la destrucción de cientos de hogares por el huracán Otto, entre otros.
Ha sido tanto lo que ha pasado en tan pocos días que una noticia parece tomar rápidamente el lugar de la anterior sin que podamos darnos el tiempo de pensar y analizar cada evento con la profundidad que merece el impacto que ha dejado.
Hoy quisiera por un momento retomar una noticia y hablar de una persona de la cual estoy segura la historia tendrá mucho que decir por su obra pero sobre todo por la forma cómo surgió, vivió y sirvió a su país, me refiero a don Luis Alberto Monge.
Coincidió su fallecimiento con el de Fidel Castro, a quien por azares del destino ayudó en México durante el inicio del movimiento revolucionario. Ambos con ideales de justicia social para sus pueblos, ambos con la oportunidad de llevarlos a cabo, uno escogió el camino de la dictadura, el otro el de la democracia, el diálogo y la concertación.
Luis Alberto Monge era un político sagaz, que no tenía miedo a negociar mucho menos a dialogar, así fue cómo lo conocí y cómo descubrí en él no solo esas cualidades sino su capacidad de expresar en un lenguaje llano y sencillo su forma de ver la vida que era una mezcla extraña de sabiduría campesina e intelectualidad, con una buena dosis de humanismo.
Recuerdo esa primera campaña de Rafael Ángel, en la que nos enfrentamos a un Partido Liberación Nacional, poderoso y consolidado, liderado por un Luis Alberto, lleno de vida y jovialidad, un líder experimentado que resistió la presión de atacar desde todos los flancos a su contrincante. Con esto, no quiero decir que la campaña no fue dura, pues la situación económica que vivía el país era verdaderamente caótica y don Luis Alberto hizo los señalamientos que debía hacer sin entrar jamás en la descalificación de su contrincante en lo personal o el de su familia.
En una palabra fue una campaña de altura.
Hoy en día este simple hecho tiene relevancia pues abrió la puerta al diálogo que necesitaba el país, para que juntos, oposición y gobierno, pudieran tomar decisiones trascendentes, decisiones que nos concernían a todos y que eran necesarias para salir de la crisis. Luis Alberto Monge, como buen demócrata, entendió, además, que el país necesitaba contar con una oposición responsable, organizada, que fuera el contrapeso al poder que Liberación ostentaba en ese momento y que no era aplastando, ignorando o menospreciando a sus oponentes como él iba alcanzar sus metas.
De ese respeto mutuo, de esa convicción de anteponer al país por encima de intereses personales o partidarios, de esa vocación de diálogo y capacidad para aceptar las diferencias y fortalecer las coincidencias, nació una amistad que por encima de diferencias ideológicas nos unió y nos permitió compartir con don Luis Alberto muchos años en los que aprendí a valorar a un gran ser humano, un caballero, un político en el cual se podía confiar, un conversador insigne, un amigo leal y sincero el cual vamos a extrañar profundamente.
Hasta siempre, don Luis Alberto.
