Jueves 28, Marzo 2024

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° San José, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Alajuela, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Cartago, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Heredia, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Limón, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Guanacaste, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Puntarenas, CR

Opinión

El desasimiento

Juan Luis Mendoza

El ser humano se relaciona consigo mismo y con los demás y lo demás. Dentro de esa relación cabe el que haya cosas que le agradan y cosas que le desagradan; lo que genera lógicamente adhesión o rechazo.

Como escribe el Padre Larrañaga, “hacia las cosas agradables puede nacerle el deseo de posesión, lo que sucede con frecuencia; y en este caso tiende hacia ellas un puente de energías adhesivas. Y así se produce una apropiación o asimiento. Así, pues, con todo lo que le causa agrado puede establecer instintivamente un vínculo emotivo de posesión, un deseo vivo de apropiarse, una tendencia a asirse mediante las “manos” de sus deseos. Ahora bien, si las cosas agradables que ya posee o desea apropiarse son amenazadas (siente que puede perderlas o le van a impedir apropiárselas), entonces le nace el temor, es decir, libera una cantidad determinada de energía mental para retener aquella realidad agradable que se le escapa o para defenderla contra los eventuales usurpadores. Las cosas que le resultan desagradables las resiste transmitiendo una descarga emocional. Y entonces aparecen los sentimientos negativos, como la repulsa, el odio, etc.”.

Es claro, pues, que el afán de apropiación fácilmente provoca sufrimientos; por el contrario, el desasimiento lleva a la liberación, el descanso y la paz.

El asirse a algo o a alguien, apropiándose de ese algo o de ese alguien, es fuente de desdichas. Por eso, aparentemente quien más propiedades tiene es más “señor”; pero –observa el P. Larrañaga- “la verdad de fondo es otra y la contraria: cuantas más propiedades tiene, más atado está el dueño, más atrapado; porque se establece una ligadura de pertenencia y posesión, un vínculo afectivo y a veces jurídico entre el dueño y su propiedad”. 

O sea, que el “señor” no manda en sus propiedades; son estas las que mandan en él, y de aquí el asirse a las mismas, el turbarse ante la amenaza de perderlas, la guerra para defenderlas, el miedo, la violencia, la incertidumbre, la ansiedad…

Los objetos de apropiación no son solamente, ni necesariamente, tierras, casas, coches, dinero… Lo pueden ser, y de hecho lo son, diferentes situaciones, cosas y personas.

El “propietario” puede convertirse fatalmente en un esclavo de todo cuanto se apropia: Cualquier cosa, persona o situación a la que el hombre se adhiera posesivamente se le transforma en su “dueña”; es decir, el “propietario” queda atrapado y dominado por ella. En efecto, cuando el hombre logra asirse a alguna cosa, ésta se le transforma al mismo tiempo en botín de conquista y en conquistadora; porque es cosa digna de admiración ver cómo las posesiones absorben y obsesionan a los pobres seres humanos, convirtiéndolos frecuentemente en marionetas o en muñecos ridículos.

El camino de la liberación, o sea, del sufrir menos está en un progresivo y decidido desasimiento de todo. El “desposeído” es un hombre libre: no se siente turbado por la percepción de las cosas o su recuerdo, ni amenazado por los sucesos presentes o pasados. 

Y así –concluye el P. Larrañaga- el desposeído se instala definitivamente en la región de la serenidad”.

El mismo P. Larrañaga explica que “desasirse equivale a tratarse a sí mismo y al mundo con una actitud apreciativa y reverente; no malgastar energías; avanzar hacia la seguridad interior y la ausencia de temor; caminar incesantemente de la servidumbre a la libertad. Y libertad significa dar curso libre a todos los impulsos creadores y benevolentes que yacen en el fondo del hombre”. Añade: “Cuando el hombre queda desposeído, una gran libertad se apodera al instante de todo su ser, sintoniza fácilmente con la realidad y la percibe en plenitud. No sólo percibe objetivamente el mundo, sino que, al soltarse de sí mismo, entra en la gran corriente unitaria, en el reino del amor”.

El “pobre”, el desasido, adquiere una gran capacidad para acogerlo todo con inmenso amor, las personas y las cosas. “Donde hay pobreza, hay amor”, sentencia el P. Larrañaga. Hay más: para el desposeído “todo está bien” porque, libre de sí mismo y de cualquier otra apropiación, se impone lo que es debido: “respetar las leyes del mundo, no irritarse contra ellas, entrar en su curso con gozo y mansedumbre, no enemistarse contra nada, dejar pasar las cosas a tu lado, sin torcer su rumbo. He aquí el secreto de la paz”, concluye el P. Larrañaga.

PERIODISTA:

EMAIL:

Sábado 28 Mayo, 2016

HORA: 12:00 AM

Enviar noticia por correo electrónico

SIGUIENTE NOTICIA

ÚLTIMA HORA