Ni 1.000 años de cárcel les van a devolver la vida
Editorial
Esta semana se llevó acabo el juicio contra un hombre que acabó con la vida de sus dos hijos recién nacidos (de 10 días y 4 meses). Ellos fueron brutalmente golpeados por su progenitor, quien terminó arrebatándoles la existencia.
El hombre, en lugar de buscar cómo hacerlos felices y darles la mejor calidad de vida que estuviera a su alcance, los golpeó y le molestaba escucharlos llorar. ¿Será que no ha entendido que esta es la única manera de expresarse que tienen los recién nacidos pues no pueden hablar y aún sus movimientos no reflejan sus necesidades?
Sabemos que en este momento hay tres familias con el corazón partido; en dos de ellas se tenía la ilusión de ver crecer a este niño y niña que ahora se encuentran en el cielo, donde nadie los agrede, pero además hay que tener en cuenta el dolor que siente la madre de este tipo, que posiblemente terminará sus días tras las rejas.
A veces nos ponemos a cuestionar si será que este hombre no fue bien educado y por esta razón tomó decisiones que ahora le están costando su libertad, pero hay que ser claros: cada quien es dueño de sus actos, por lo cual lo enseñado por sus padres pasa a un segundo plano.
En total lo condenaron a 70 años cárcel pero todos sabemos que ni aunque le hubieran dado 1.000 sería suficiente; esto no va a devolver a este par de angelitos y además hay que ser realistas: nadie tiene el derecho de quitarle la vida a nadie y menos a seres inocentes.
Si nos ponemos a calificar el accionar de este individuo, podemos decir que es algo inhumano, pues los golpes que se encontraron en estos pequeños cuerpos no fueron por pellizcos o toquecitos con la mano, sino puñetazos duros y contundentes los cuales esponjaron esos órganos que apenas se acostumbraban a funcionar en el mundo exterior.
Luego de vivir bien cuidaditos en el vientre de su madre, donde estaban protegidos de todas estas agresiones, salieron a un mundo donde escuchaban gritos y recibían golpes en lugar de caricias, cariños y palabras dulces como es lo normal con los padres.
Es doloroso ver en los medios de comunicación noticias donde se afirma que niños están muriendo por falta de atención de las autoridades; parece que los lugares donde viven estas personas son pueblos fantasma. Muchas veces los vecinos denuncian y en apariencia lo hacen en vano ya que nadie se acerca a ver qué pasa.
Otro de los grandes cuestionamientos que nos hacemos todos es por qué las madres de los menores no dejaron a este ser, que los agredía, si todos sabemos que esas historias siempre terminan mal.
No iban a ser ni la primera ni la última mujer que se quedaba sola con un pequeño en este país, la verdad hay miles de ellas que han preferido que sus hijos sean felices y sin golpes, que teniendo tal vez cosas materiales.
Ahora muchas de las familias están separadas, entonces deben ver cómo sus padres pelean por dinero, en el caso de los que se quieren hacer los rusos, pero también están aquellas mujeres que pretenden hacerse millonarias a costillas de sus hijos y sus exparejas.
Un hijo es una responsabilidad de cada uno de los padres desde el momento de su concepción, ya sea que este haya sido planeado o si por diversas circunstancias se dio, este niño o niña no pidió venir a sufrir a este mundo, por eso si nuestra pareja nos agrede o no somos felices a su lado es mejor aplicar aquel refrán que dice “es mejor aquí corrió que aquí murió”.
Evitemos que nuestros hijos sufran o peor aún que corran el riesgo de perder la vida; en caso de que usted vea que algunos de sus vecinos tiene estos problemas, denuncie, hágalo las veces que sean necesarias hasta que las autoridades les ayuden, para luego no ser cómplices de una muerte.
