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Opinión

Corrupción, recesión e impeachment: Lecciones para América Latina

Tatiana Benavides*

Los procesos de democratización en América Latina han estado lejos de constituirse en procesos lineales y secuenciales. Hoy somos testigos de la diversidad del status de los avances democráticos, y es crucial -que independientemente de ese status- todos los sistemas políticos de la región tomen en consideración las enseñanzas relacionadas con la crisis institucional en Brasil, muy especialmente en las actuales condiciones económicas.

En particular, quiero referirme a una lección: la importancia de visibilizar la amenaza que constituye la convergencia de la corrupción con la recesión económica para la credibilidad y la estabilidad de los gobiernos, específicamente en países donde existe la figura constitucional del impeachment.

América Latina ha sido testigo de una cantidad significativa de escándalos de corrupción en los últimos años, con reacciones populares y resultados variables en relación con el destino de las autoridades cuestionadas. En la reciente experiencia de Guatemala, y que pareciera ser también la de la presidenta Rousseff en Brasil, una vez que la Cámara Baja y el Senado la han suspendido de su cargo para dar inicio al juicio político en su contra, se observa que los resultados de dichos escándalos han sido letales para la estabilidad de los gobiernos. Sin embargo, esa no ha sido la norma para otros gobernantes de la región sometidos a condiciones similares. En el mismo Brasil años atrás el presidente Lula da Silva enfrentó escándalos de corrupción que no tuvieron mayor trascendencia ni obstaculizaron su mandato presidencial.

La diferencia radica en que en América Latina la popularidad de los gobiernos es extremadamente porosa cuando se presentan escándalos de corrupción en un contexto de crisis económica  (inflación y desempleo). Así lo revela el estudio realizado por los académicos Carlin, Love y Martínez (Political Behavior, 2015) que comprueba, luego de analizar datos de 84 administraciones presidenciales en 18 países de América Latina, que si la inflación o/y el desempleo aumentan, los escándalos de corrupción tienen un mayor impacto negativo sobre los índices de popularidad de los gobiernos.En el caso de Brasil, la popularidad de Rousseff cayó de forma paralela a la agudización de la crisis económica y al surgimiento de los escándalos de corrupción.  Para 2016, se calcula que la recesión económica en Brasil seguirá agudizándose (3,8%), lo cual se suma a una inflación que alcanza el 10% y a la pérdida de1,8 millones de puestos de trabajo desde el inicio de la segunda administración de la presidenta en 2015 (BBC). Del mismo modo, se manifiesta en la investigación, que una economía robusta permite que la popularidad de los gobiernos no sea dañada en caso de verse ellos sometidos a cuestionamientos por corrupción.

De igual forma, no debe desestimarse la influencia que tienen las respuestas estratégicas de las autoridades en cuestión frente a dichos escándalos. En Brasil, la percepción popular respecto de las dificultades de Rousseff para dialogar, el distanciamiento con el parlamento y su escaza habilidad política para sortear la crisis son elementos que no hicieron más que profundizar el efecto negativo de los cuestionamientos sobre su gobierno.

En medio de una situación tan volátil y comprometedora para Rousseff, la decisión de nombrar al expresidente Lula da Silva como ministro de la presidencia (cargo que le proveería  inmunidad),a pesar de las acusaciones en su contra por la supuesta obtención de beneficios en el caso de Petrobras, evidenció  una total falta de cálculo político que contribuyó a afectar el ya de por sí bajo nivel de credibilidad de la presidenta.

Es importante observar, igualmente, que los escándalos que intervienen en el proceso de remoción de Rousseff no obedecen siquiera a delitos de enriquecimiento ilícito o de participación directa (o indirecta) en los casos de corrupción que, por el contrario, sí han involucrado a gran cantidad de políticos y empresarios, incluyendo a cerca del 60% de los parlamentarios que la juzgan. Aunque se le ha querido incriminar por la tolerancia a las irregularidades de Petrobras, hasta el momento no se le ha podido probar nada en este sentido.

Los cuestionamientos contra Rousseff están más bien relacionados con el enmascaramiento del déficit fiscal para evitar efectos adversos en su carrera por la reelección en el 2014. No obstante, el parlamento –bajo el liderazgo del Presidente de la Cámara,Eduardo Cunha– decidió procesarla políticamente por delitos de responsabilidad, que es la acusación más grave que ofrece una supuesta base para la utilización del mecanismo constitucional.

Intereses. Aparte de la variable económica y su combinación con los escándalos de corrupción, vale la pena preguntarse qué rol han jugado en esta crisis los intereses partidarios e individuales a lo interno del parlamento, así como el fácil acceso al recurso del impeachment como solución simplista e instantánea para sustituir a una alejada elección presidencial que permita un cambio de gobierno capaz de dar un golpe de timón a la crisis económica.  Si el interés era sancionar a Rousseff por las faltas cometidas en relación con el déficit fiscal, es difícil entender por qué se decidió utilizar el impeachment como una alternativa al mecanismo judicial para juzgarla cuando, tal y como lo ha confirmado la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ellas no constituyen de manera alguna un delito de responsabilidad.

Una explicación posible es que en este caso los escándalos y la manipulación política y mediática han permitido enfocar toda la atención en la crisis del poder ejecutivo y desviar el interés sobre los escándalos masivos de corrupción relacionados con los parlamentarios, en especial con los exaliados del PMBD que están siendo ya investigados.

Para los escépticos del uso del impeachment en la actual crisis brasileña, la utilización torpe de este instrumento –que si bien es óptimo cuando se hace una sabia interpretación constitucional del mismo- pone de manifiesto los productos a veces perversos de la democracia en los sistemas presidencialistas, en particular, cuando esta figura es utilizada para justificar intereses individuales y partidistas.

Para los que favorecen su aplicación en el marco de los actuales acontecimientos, el impeachment es la válvula de escape que ha evitado el desencadenamiento de un golpe de Estado y la instauración de un gobierno de facto como ocurrió otras veces en la historia autoritaria del país. Y para muchos de los que han liderado este proceso, el impeachment es –aunque inconfesable- el mecanismo express para resolver la recesión económica y esquivar, hasta donde sea posible, el impacto de las acusaciones en su contra olvidando con ello que el futuro político, económico y social quedará entonces más comprometido que el presente. Ojo, América Latina!

Infolatam

 

 

*Politóloga, especialista en temas relacionados con los procesos de democratización y construcción de paz en América Latina. 

 

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Martes 24 Mayo, 2016

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