Una separación o un divorcio puede traer aparejada una gran cantidad de cambios respecto a nuestra rutina de vida, al proyecto de vida que creíamos teníamos garantizado pero que ya no será así.
Uno de los principales retos es el de vivir solo o sola.
Muchos acuden a regresar donde sus padres para lograr reiniciar su vida, luego de un desgastante proceso en el que pasan a ser desconocidos quienes antes eran las personas más cercanas que teníamos. Y es que no sólo la ex pareja toma distancia, también la familia de esta, sus amigos, entre otras personas que tal vez nos eran muy significativas.
Si hacemos esta sumatoria y nos confrontamos con ahora estar en soledad, puede ser que caigamos en sobredimensionar la pérdida y plantearnos una y otra vez si realmente hicimos todo lo posible por rescatar la relación ahora terminada.
No hay una respuesta certera, tal vez únicamente se hizo lo posible en el momento que se pudo. Distinto va a ser lo que pensemos posteriormente, lo que se presente como alternativas ya en un momento de mayor tranquilidad.
No se gana nada con acusarnos de no haberlo intentado o de que la otra persona sea la culpable, pues llegaremos a la conclusión de que tanto enojo o tristeza sólo agudiza el problema lejos de solucionarlo.
Si estamos en condición de vivir solos luego de una separación, será importante tratar de ordenar nuestro tiempo de manera que atendamos aspectos importantes de autocuidado, el contacto adecuado con hijos que es un aspecto que va madurando con el tiempo. Tratar de cuidar las finanzas y la estabilidad laboral.
Al igual que no sabíamos cómo resultaría una relación de pareja a largo plazo, tampoco podemos dar cuenta de adivinar como será nuestra vida si apenas estamos iniciando una etapa nueva.
Lo que vale es hacer el intento porque sea lo mejor posible, tomando en cuenta las circunstancias. Sin quedarnos pegados en el pasado, sino aprendiendo de él.
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