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Opinión

La esponja del chofer de bus; del autobusero

Rigoberto Guadamuz Monge*

Debido a los constantes asaltos a los señores choferes de bus, alguien del Ministerio de Seguridad se dejó decir que había que eliminar las esponjas que utilizan estos trabajadores.

Debo decir que ni uno solo de ellos o ellas me ha pedido que escriba sobre este asunto. Pero yo, que he vivido lo suficiente en esta Tiquicia, saldré en defensa de la excelencia de este instrumento de trabajo.

Desde mi óptica, esta especie de buró es uno de los utensilios o de las herramientas más inteligentes que se han o hayan podido crear y que prestan una ayuda idónea.

Las señoras que hoy manejan este tipo de unidades, hasta le dan un toque femenino con los colores propios de las féminas.

Tanto es así que es el “escritorio” de trabajo diseñado justo para las necesidades del profesional del volante o autobusero(a), tal y como define el diccionario de la Real Academia española: el conductor o la conductora de autobús.

El diseño de las esponjas, son -en cierto sentido- ergonómicas. Esta especie de caja chica le permite al autobusero o chofer poder adelantar el trabajo de dar los vueltos con más prontitud y exactitud. Esa acción, de modo más que evidente, agiliza el proceso de cobro.

Tanto les facilita la doble labor de chofer-cobrador que pueden aprovechar los altos en semáforos, como también en las presas o atascos viales a los que están acostumbrados u obligados. Quienes viajamos en los buses, vemos cómo, con diligencia, colocan de modo conveniente las monedas para el vuelto.

Pero quizás la mejor función de las esponjas es que absorben la vibración del motor, misma que queda anulada; he aquí la primera gran idea de quien las inventó.

Esta absorción evita que, por la vibración, salten las monedas del lugar donde descansan.

Quienes ya peinamos canas (aunque todavía soy “macho”), recordamos el largo proceso que antecedió el cobro de los pasajes en bus. Primero, una máquina contadora con campana que era accionada por el propio chofer que controlaba tanto al cobrador como a él mismo, tal y como podemos ver en las películas gringas de los cincuentas.

Después vinieron unas cajas -tipo alcancía- en la cual el pasajero depositaba exactamente el monto del pasaje. Pero cuando no se tenía el monto exacto y era necesario dar cambio o vuelto, empezaron los problemas.

Fue justamente en este momento en que nacieron las espumas para los choferes o autobuseros (que como lo señalé, así lo registra la Academia de España) y desde entonces se les ha facilitado la vida a los conductores.

Antes de que venga el sistema de pago electrónico del pasaje en bus, estoy casi seguro que si alguna o algún cabeza caliente insistiera en la eliminación de las espumas para “evitar más asaltos”, estos trabajadores alzarían sus voces. Y cuidado si hasta no estarían prestos a levantarse en huelga en defensa de su más preciada herramienta de trabajo: la espuma.

Larga vida a la espuma de los choferes.

 

*Etimólogo y lexicógrafo con énfasis en Lógica Lingüística

 

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Sábado 30 Abril, 2016

HORA: 12:00 AM

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