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Opinión

Ícaro y parapentes

Marcela Chacón

Según la mitología griega, el arquitecto Dédalo fue desterrado de Atenas por haber intentado matar a su sobrino empujándolo desde lo alto del templo de Atenea. Viajó a la isla de Creta donde trabajó para el rey Minos en varios diseños, hasta que perdió su favor y fue encerrado en una torre junto con su hijo Ícaro.

 

Dédalo deseaba escapar a Sicilia, la isla de mayor tamaño de Italia, separada del continente por el estrecho de Messina y rodeada por tres mares: el Jónico, el Tirreno y el Mediterráneo. Dado que Minos vigilaba mar y tierra, tuvo la idea de construir un par de alas para cada uno, con las que sobrevolarían las islas Samos, Delos, Paros, Lebintos y Calimna. 

 

Las alas estaban hechas de plumas grandes enlazadas entre sí por hilos en su parte central y otras pequeñas que estaban fijadas con cera, con una curvatura similar a las alas de las aves.

 

Una y otra vez repasó el trabajo hasta que logró darles la forma, peso y fuerza necesarios para la travesía. 

 

Colocó las alas en su espalda y comenzó a batirlas hasta familiarizarse con ellas, tras lo cual se atrevió a elevarse por los aires. 

 

Luego, enseñó a Ícaro cómo hacerlo, advirtiéndole no volar tan alto que el calor del sol derritiera la cera, ni tan bajo que las olas del mar mojaran las plumas y causaran su caída.

 

Cuando todo estuvo preparado, iniciaron el trayecto; el joven olvidó las recomendaciones de su padre y se elevó todo cuanto pudo, tentando al sol y sus tibios rayos que se colaron entre las plumas y derritieron la cera, tras lo cual Ícaro se precipitó hacia la profundidad del mar…

 

Los pájaros y su vuelo han sido motivo de infinidad de historias y sueños a lo largo de los siglos. 

 

Su estudio fue la base para el desarrollo de medios tan complejos como aviones y cohetes, o tan simples como un parapente. Y a propósito de este último, es una aventura que experimentaré en los próximos días. 

 

Su nombre se deriva de “paracaídas de pendiente” y consiste en lanzarse desde una pendiente pronunciada en una especie de planeador flexible y ligero sin partes rígidas, compuesto de una vela de tela sintética resistente, un arnés y cables. 

 

En el país existen varios lugares desde los cuales se practica este deporte, que ofrece a quien lo realiza no sólo el maravilloso paisaje a sus pies, sino que un entorno de silencio y libertad que únicamente puede compararse con el buceo. 

 

Ya les contaré sobre esta nueva experiencia, que trae a mi mente a Julián Marchena en su poema Vuelo Supremo: “…no tener para ir a otra ribera, la prosaica visión de los caminos… huir de todo lo que sea humano; embriagarme de azul… ser soberano de dos inmensidades: mar y cielo…” 

 

Muchos saludos.

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Martes 09 Febrero, 2016

HORA: 12:00 AM

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