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Opinión

¿Cuál neoliberalismo?

Anfe

Durante la pasada campaña, el excandidato presidencial J. M. Villalta hizo carrera refiriéndose a la clase política tradicional como “los mismos neoliberales de siempre”. Por un prurito de honestidad intelectual debemos preguntarnos si no estamos, en realidad, sólo en presencia de un mito, de una deliberada mentira, de un constructo ideológico destinado a llevar agua a los molinos populistas de esos que se presentan como alternativas políticas, pero que de hecho son la radicalización de las peores prácticas estatistas causantes de nuestra crisis fiscal, moral y económica.

 

¿Puede afirmarse, sin sonrojarse, que un país como Costa Rica, cuyo gasto público es superior a las dos terceras partes del PIB, sea un “infierno neoliberal”? ¿Cómo pueden hablar estos demagogos de “neoliberalismo” cuando el gasto en educación, así como el relativo a programas sociales para combatir la pobreza, más que recular, ha mostrado una clara y significativa tendencia al alza? ¿Es “neoliberal” un país con una envergadura estatal de más de 300 instituciones, con 23 ministerios, un oneroso Poder Judicial, 81 municipios y cuatro universidades públicas que, con su conocida prepotencia y arrogancia, reclaman a gritos más recursos para seguir haciendo exactamente lo mismo: pagar exorbitantes salarios a numerosos docentes y administrativos mientras a lo interno reinan escandalosas y odiosas disparidades salariales, precariedad laboral y gollerías de todo tipo? ¿Cómo pueden los heraldos de esta “Costa Rica posible” considerar al expresidente Arias como “príncipe de los neoliberales”, cuando fue precisamente él quien en su gobierno ejecutara el Plan Escudo, uno de los responsables de la actual crisis fiscal? 

 

Ciertamente los liberales creemos en un Estado que participa en tareas sociales indispensables, como la administración de justicia, la seguridad ciudadana y el desarrollo de infraestructura, pero que lo hace de forma eficiente y no necesariamente de manera directa y con capital propio. Tampoco rechazamos por principio la participación del Estado en sectores tan importantes como la salud y la educación, siempre y cuando, repito, se haga eficientemente, sin excluir – al contrario, promoviendo - formas mixtas de participación privada que favorezcan un funcionamiento expedito desde el punto de vista del uso de los recursos, con alta calidad y sentido humano.

 

Los liberales defendemos un Estado que no sofoca la productividad y creatividad de la sociedad civil, un Estado que, cumpliendo funciones básicas, no se exceda en sus prerrogativas, y que las labores que realiza las lleve a cabo con criterios de austeridad y responsabilidad ciudadana. Lo que nuestros folclóricos paladines en la lucha contra el “neoliberalismo” promueven es, muy al contrario, el nefasto estatismo con todos sus vicios. Son justamente ellos los más interesados en seguir alimentando las prácticas corruptas que han hecho crecer al Estado más allá de sus funciones esenciales, haciendo de éste el botín político de los gobierno de turno. 

 

En este sentido, nuestros recalcitrantes y vociferantes críticos del “neoliberalismo” no sólo representan más de lo mismo, sino que son la radicalización de las peores tendencias clientelistas y patrimonialistas que caracterizan nuestra historia política reciente.

 

PERIODISTA: Iván Villalobos Alpízar

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Martes 16 Junio, 2015

HORA: 12:00 AM

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