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Opinión

¿Preparado y con el mejor equipo?

En las últimas elecciones, la campaña publicitaria del Partido Acción Ciudadana (PAC), además de presentar un panorama catastrófico del país y de fustigar a los partidos tradicionales como sus responsables, aseguró y garantizó que su candidato presidencial, Luis Guillermo Solís Rivera, estaba preparado para gobernar y que contaban con el mejor equipo para realizar el cambio que los costarricenses deseaban.

 

Esos mensajes propagandísticos transmitieron la certeza de que la apuesta por el cambio no era riesgosa, persuadiendo y animando a los electores a concederle a esa agrupación política un triunfo sorprendente en la primera ronda y una contundente victoria en el balotaje. 

 

Sin embargo, en este primer año al frente del gobierno, la improvisación, las incoherencias, los embustes y las desinteligencias, han sido la constante en las actuaciones del señor Presidente y de su equipo, transmutando la certidumbre inicial en duda, desconcierto y frustración. 

 

Desde el inicio de su gestión, con el anuncio por entregas de los nombres que integrarían el gabinete y ocuparían las presidencias ejecutivas de las instituciones autónomas, asomaron las primeras señales que hicieron recelar sobre la idoneidad del Presidente y dudar sobre la existencia del equipo del que alardeaban.

 

Algunos de esos nombramientos fueron inesperados y sorprendentes, porque a varios de los designados no se les conocía militancia en el partido ganador, siendo más bien que algunos de ellos eran reconocidos simpatizantes de otras fuerzas políticas. Si contaban con “el mejor equipo”, ¿por qué entonces recurrir a “refuerzos” foráneos que no habían participado en la elaboración y formulación del plan de gobierno presentado al electorado y que desconocían las características y los estilos de los otros miembros del equipo? 

 

Recordemos además que hubo un caso en el que la persona designada para dirigir una importante institución autónoma ni siquiera asumió el cargo al percatarse de que el salario que recibiría sería menor al que tenía, y otro en el que uno de los escogidos, ante un pronunciamiento de la Procuraduría de la Ética, debió renunciar a los pocos meses por no cumplir los requisitos exigidos para el puesto. 

 

Si a lo anterior agregamos la falta de experiencia política de una buena parte de los escogidos, el resultado evidente es un equipo inconsistente, descoordinado e ideológicamente dispar, que a tan sólo un año requiere ser reestructurado, como lo ha reconocido el propio presidente Solís. 

 

La improvisación y las equivocaciones cometidas en la conformación del equipo son responsabilidad exclusiva del señor Presidente y la falta de una oportuna rectificación es una muestra irrefutable de la mediocridad de su liderazgo.

 

Además, la errática gestión gubernamental realizada hasta ahora, ha sido incoherente con los compromisos formulados en campaña y no corresponde a las expectativas de cambio generadas.

 

La continuidad de proyectos que en el pasado habían criticado y combatido y sobre los que sembraron dudas y sospechas, así como el cambio de criterio en casos como el de la creación de más impuestos, son actuaciones que confunden a la gente y que desprestigian la política, ya que les proporciona argumentos para creer que todos los políticos son iguales, que utilizan un discurso para ganar votos, pero que a la hora de gobernar no actúan en consecuencia, ni honran la palabra empeñada. 

 

El uso irresponsable de un discurso anti-política, basado en la crítica destructiva y en la oferta de un “cambio”, pero sin definir de qué se trata, les ha servido para gestar un repudio inmerecido hacia los partidos y los políticos “tradicionales”, pero esa estrategia puede ser, ante su fracaso en la gestión del poder, un peligroso bumerán que se devolverá en su contra, no sin antes haber causado enormes daños colaterales.

 

La incapacidad e impericia demostrada por el señor Presidente y su equipo de colaboradores en estos primeros 12 meses, sería razón suficiente para afirmar que la campaña publicitaria del PAC a la que nos referimos al principio de este artículo, fue engañosa y falsa. Pero esta afirmación también tiene sustento en las propias palabras de nuestro mandatario: su confesión de que “no es lo mismo verla venir que bailar con ella”, hecha cuando se le reclamó el incumplimiento de algunas promesas de campaña, y su invocación de “la curva de aprendizaje”, para tratar de justificar las pifias y novatadas en el actuar de sus colaboradores, constituyen un reconocimiento explícito de su falta de preparación para gobernar y de la falacia del “mejor equipo”. Como dicen los juristas, a confesión de parte, relevo de pruebas.

 

*Exembajador ante 

la Santa Sede

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Lunes 20 Abril, 2015

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Luis París Chaverri*

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