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Opinión

El aporte del cooperativismo en la construcción de una economía solidaria

Sinopsis: Desde que se institucionalizó el cooperativismo en una forma legal propia a mediados del siglo XIX, este ha estado inmerso en un ambiente capitalista (no se toma en cuenta aquí la existencia del cooperativismo en las economías de planificación centralizada en los 70 años que duró el proyecto socialista en Europa), y aunque ha sido visto como una alternativa al sistema económico capitalista, en realidad ha servido más como un correctivo de las asimetrías, por no decir desigualdades, propias del capitalismo. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial y hasta principios de los 70, ya en el siglo XX, el capitalismo practicó una versión reformista que de alguna forma prometía tomar en cuenta no solo aspectos económicos, sino también sociales. El crecimiento económico de esa época favorecía esas tendencias, así como los esfuerzos del capitalismo de ganar la aceptación general por parte de los ciudadanos. Estas tendencias se vieron favorecidas por la política social del estado benefactor que, igualmente, tendían a equilibrar o a paliar las desigualdades propias del sistema capitalista. 

A partir del derrumbe total de los sistemas económicos socialistas en Europa, durante los 80, el capitalismo ya no tuvo necesidad de asumir costos de aceptación y dejó de lado sus políticas reformistas. Asimismo, las dificultades económicas que surgieron a raíz del aumento del petróleo restaron recursos al estado benefactor para seguir con su política de redistribución. A esto se unió la profunda transformación tecnológica que se llevó a cabo durante las dos últimas décadas del siglo XX, sobre todo en los campos de la informática y las comunicaciones, lo que va a originar el fenómeno denominado globalización, con implicaciones muy serias para las relaciones económicas mundiales versus políticas sociales nacionales. 

El capitalismo evoluciona de una fase reformista a una fase llamada capitalismo turbo o salvaje, en el cual el único mecanismo de coordinación de todas las actividades humanas, sean estas de carácter económico o social, es el mercado.

Mientras en los demás países se producían serias transformaciones, en Costa Rica se inició una profunda crisis socio-política durante las últimas tres décadas que se ha agravado, aún más, por las repercusiones negativas de la crisis mundial. 

El último reporte del Estado de la Nación solo confirma la seriedad de los problemas que nos agobian. En Costa Rica, al igual que en otras tantas partes del mundo, el sistema político se ha convertido en el principal problema por resolver, ya que la solución no vendrá precisamente del mismo sistema político. 

Se sabe que el capitalismo salvaje conlleva a la extinción total de la humanidad; por ello, se busca retomar alternativas de manejo socio-económico que siempre han estado presentes en las sociedades. No obstante, estas alternativas han sido subestimadas, pues lo más relevante no son las relaciones económicas sino las relaciones humanas, es decir, las personas deben ser el centro de interés y no el dinero. Por esta razón, la idea del cooperativismo ha tomado auge en algunos círculos pensantes, ya no como correctivo sino como una filosofía de vida. 

En Costa Rica, además, la sociedad civil necesita recuperar al país, ya que el sistema político y la burocracia estatal lo han secuestrado. No solo se trata de poner en práctica otros esquemas de coordinación económica, también hay que llevar a cabo la difícil tarea de sacar adelante al país entero. 

Desde esta perspectiva, lo que se debe analizar es cómo el cooperativismo puede ayudar a la creación de una economía más solidaria. El cooperativismo tiene que participar activamente como agente de cambio, proponer soluciones, hacer alianzas estratégicas con otros actores de la sociedad civil y presionar fuertemente donde haya que hacerlo, aun y cuando todos estos esfuerzos no estén dentro de lo que tradicionalmente han realizado las cooperativas.

 

*Exdiputado PUSC

 

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Viernes 17 Abril, 2015

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: José Roberto Rodríguez Quesada*

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