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Opinión

La vida y la dignidad del ser humano

Siguiendo el modelo de otros países, en Costa Rica se pretende legalizar la reproducción humana asistida o la fecundación llamada “in vitro”, realizada en un laboratorio. Es el proyecto que estaría eventualmente en discusión en la Asamblea Legislativa.

 

La fecundación “in vitro”, contra la vida y la dignidad de la persona.

 

Todos los que conocemos el evangelio de la vida, sabemos, que dicho proyecto atenta contra la vida humana; que la producción de seres humanos en los laboratorios es una práctica que es contraria a la dignidad de la persona humana y que trae consigo eventuales abusos y atentados contra las vidas humanas incipientes, es decir, contra los hijos, esto en razón de la manipulación de los embriones humanos y su posible pérdida en los procesos de la técnica o de su transferencia al útero.

 

Cuando hablamos de la dignidad de la persona expresamos el valor incomparable de todo ser humano. Toda persona vale por sí misma y es insustituible. Por eso afirmamos que la persona es siempre sujeto, fin en sí misma y nunca objeto o medio para otro fin. A diferencia de las cosas, las personas no valen más unas que otras, porque el valor de cada una de ellas es absoluto.

 

La técnica de fecundación “in vitro” es apropiada para crear embriones no humanos, pero es completamente inapropiada para ser aplicada en personas. Cuando se producen seres humanos en un laboratorio, se comete una grave injusticia con ellos, porque se les está tratando como si fueran objetos de los que se puede disponer, ya que la técnica requiere de no pocos embriones y no asegura su implantación, ni su gestación exitosa. La dignidad del ser humano exige que los seres humanos no sean producidos, sino procreados. 

 

La procreación es un acto totalmente personal, que consiste en la unión fecunda de los padres, que se entregan el uno al otro en cuerpo y alma. Por tratarse de una relación personal, no instrumental, la procreación responde a la dignidad personal del niño procreado, que viene al mundo como un don, fruto de la mutua entrega personal de los padres y no como un producto logrado por el dominio instrumental de los técnicos.

 

Producir seres humanos en laboratorio es inmoral, no porque la técnica sea mala en sí misma, sino porque llamar a un ser humano a la existencia es mucho más que un acto técnico; porque la producción de seres humanos en laboratorio no es un acto personal como lo exige la dignidad de toda persona humana, sino un acto técnico que trata a los seres humanos en estado embrionario como si se pudiera disponer de ellos y no como personas. “Una tal relación de dominio es en sí contraria a la dignidad e igualdad que debe ser común a padres e hijos”, afirma la Congregación para la Doctrina de la Fe en la instrucción Donum Vitae.

 

El grado de inmoralidad es mayor cuando los seres humanos son producidos quebrando la unidad del matrimonio o completamente al margen de ella, cuando se trata de padres desconocidos.

 

El embrión desde el primer momento ha de tratarse con respeto, porque es persona 

 

La producción en laboratorio de seres humanos favorece una mentalidad cosificadora. Ellos han sido logrados a riesgo de pensar sobre ellos como si se tratara de algo a disposición del productor que puede darle uno u otro fin. 

 

Con estos fines, la industria productora de seres humanos en muchas partes, acumula en centros de reproducción embriones humanos congelados, que no van a poder ser gestados por ninguna madre que les dé a luz. 

 

Entonces se piensa en la utilidad o destino incierto que puedan tener esos embriones. Este es uno de los signos evidentes de la ilicitud de la producción de seres humanos, ya que no son tratados como personas. Si se respetara la norma básica que dice: “los niños no se producen, se procrean”, no nos enfrentaríamos ante este problema ético y humano. Tampoco se practicaría, como es habitual, la reducción embrionaria, es decir, la sustracción de embriones del útero materno cuando resulta que son más de los deseables que se encuentran vivos en él, ni se desecharían aquellos que son considerados inadecuados para pasarlos al seno de la madre. 

 

Al embrión humano, por lo tanto, hay que tratarlo desde el primer momento de su existencia por la fecundación, no como una cosa, sino con el respeto que merece el ser humano, que merece toda persona. 

 

El embrión es un individuo humano diverso de cualquier otro. Los gametos del varón y los óvulos de la mujer, son células de sus organismos respectivos. Pero cuando un elemento masculino y un elemento femenino se unen en la fecundación, formando un embrión humano, aparece una realidad distinta del organismo del padre y de la madre, que constituye un organismo diverso a ellos, es decir un ser humano que comienza. Y donde hay un ser humano vivo, hay persona humana y por tanto, dignidad humana inviolable.

 

La Iglesia enseña que “el ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano a la vida” (Juan Pablo II, Evangelio de la Vida Nº 60).

 

El embrión humano merece, pues, el respeto debido a la persona humana, porque no es una cosa ni un mero conglomerado de células vivas, sino el primer estadio de la existencia de un ser humano. Todos hemos sido también embriones.

 

PERIODISTA: Mons. José Francisco Ulloa Rojas*

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Sábado 28 Marzo, 2015

HORA: 12:00 AM

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