De la dictadura en democracia a la dictadura académica

Página abierta

Viendo a los actores políticos de la actual administración no queda más que concluir que involucionamos de la dictadura en democracia de Óscar Arias Sánchez a la dictadura académica de Luis Guillermo Solís Rivera.

Como en el claustro cualquier decisión que tome el Presidente es incuestionable y pobre del mortal que se atreva a cuestionar la eficacia, validez o consecuencias, pues al igual que el escorpión de la fábula, quien ejerció de dictador en el aula no puede escaparse a su naturaleza; de ahí los ceños fruncidos y las respuestas impertinentes de quien no entiende que es un empleado de la ciudadanía y no al revés. El talante dictatorial no se puede ocultar con elocuencia y cada vez la epidermis -de por si delgada- es menos resistente a la crítica.

Para entender el talante arbitrario del actual gobierno hay que recurrir -literalmente- a las aulas universitarias y en ese contexto preguntarse: ¿Existe democracia en ellas? Inevitablemente la respuesta es no. Quien imparte la clase ejerce de dictador, con el poder absoluto de hacer ganar o perder un curso a un alumno. Quienes aplauden y se hacen “amigos” del profesor gozarán de las mieles del poder, no así quienes cuestionen, exijan calidad o simplemente no sean del agrado del poder en turno; inevitablemente las consecuencias se verán más temprano que tarde.

En el “campus” -que más parece Olimpo- se practica un tipo de sociedad nada democrática y los títulos de catedrático, rector o vicerrector, son más nobiliarios que académicos; baste decir que no es lo mismo ser profesor en propiedad, que interino.

¿Que Henry Mora actúe como lo hace en la Presidencia Legislativa? Es profesor universitario y, encima, catedrático, y como tal está por encima de los mortales, y no existe poder en este mundo que le sobrepase en entendimiento, por eso don Henry no sugiere, sino que ordena. Se comprende que tan doctos caballeros crean que nos hacen un favor al administrar el país y que, en pago, les debemos además de obediencia y pleitesía, cuando no franca sumisión, remuneraciones dignas del Olimpo del que bajaron para arreglar los entuertos de los mortales.

En los setenta mil metros cuadrados del Palacio de Versalles y a veinticinco kilómetros de París, era imposible para María Antonieta entender el hambre; de la misma manera para quien ha pasado toda su vida al amparo de la burocracia universitaria le es imposible entender al resto de la sociedad y practica lo que sabe. Súmele los intervalos para ejercer de “consultor” o “asesor” y la mezcla dará como resultado a un burócrata que se cree infalible y es incapaz de concretar nada, por lo cual forma comisiones, contrata más consultorías y asesorías y diagnostica, sin solucionar.

*Comunicador

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Martes 03 Marzo, 2015

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Por: Luis Mata G.