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Opinión

Editorial

Las canas y las arrugas no solo son sinónimo del paso del tiempo sobre la humanidad, tampoco de incapacidad y dependencia, mucho menos de indefensión. Los cabellos platinados y las marcas de expresión son experiencia, sabiduría y ante todo respeto.


La adultez mayor es una etapa de la vida en la que los proyectos ya se han consumado abriendo la posibilidad de disfrutar el paso de los años con tranquilidad.


Sin embargo, la realidad para muchas personas que sobrepasan los 65 años es cruel, son víctimas directas de agresión física, psicológica, patrimonial y hasta sexual.


Los números hablan por sí solos, de acuerdo con el Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor, para junio del año 2012 se presentaron 537 denuncias por violencia contra adultos mayores. Cifras del Hospital Nacional de Geriatría, Dr. Raúl Blanco Cervantes, indican que para el 2011 más del 30% de estas personas estaban propensas a sufrir de algún tipo de agresión, dato que dos años más tarde es casi seguro aumentó considerablemente.


Son las mujeres de entre 75 y 85 años las más vulnerables a los ataques ocurridos, lamentablemente en la mayoría de los casos dentro del mismo núcleo familiar, pero se ha determinado que en las instituciones públicas hay también agresores.


Pero estos no son datos reales, existe una estadística negra que impide a nuestras autoridades conocer a ciencia cierta la cantidad de víctimas de estos hechos pues hay quienes guardan silencio tras las constantes amenazas de sus agresores, o bien por sentirse indefensos, pese a que existe a su favor la normativa legal.


El sol no puede taparse con un dedo, aún y cuando el Estado y algunas empresas privadas hacen esfuerzos por concienciar al país acerca de la problemática; hay sordera y ceguera social.


Hace unos meses, en un afán de sensibilizar a los costarricenses, la Presidencia de la República y el Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor (Conapam) pusieron en marcha (con muy buen incidente y atino) la campaña “Guárdame un campito, en el bus y en tu corazón”.


La idea primordial era que los choferes de buses y otros transportes públicos brindaran un mejor trato a los usuarios mayores, pues se determinó que justo en estos servicios se sobrepasaban los límites y abundaba el irrespeto.


La campaña tuvo gran éxito en el sector autobusero, pero parece que no así en los usuarios jóvenes a quienes aún es fácil ver invadir los asientos preferenciales sin la menor de las consideraciones.


Es un momento idóneo para llamar la atención de grupos etarios menores pues cada vez se hace más evidente en alumnos de escuelas colegios, y hasta universitarios, un total desapego a esta realidad.


Empero, también es el tiempo para empoderar a nuestros adultos mayores, dotarlos de herramientas para el ejercicio y la defensa de sus derechos. Son ellos quienes deben ser instruidos sobre las acciones que pueden emprender si sufren agresiones.


Urge estimular a las víctimas para romper el silencio, pero además es urgente incentivar valores como el amor, la ternura y la solidaridad en sociedades que poco a poco se van degenerando.


“Los que en realidad aman la vida son aquellos que están envejeciendo”. Sófocles, (495 a.C.-406 a.C.) poeta trágico griego.

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Martes 28 Mayo, 2013

HORA: 12:00 AM

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