Editorial
Tal parece que las luces de alarma están encendidas en el tema de educación, por ello las autoridades deben poner las barbas en remojo y exigir esa milla extra a los educadores, pues son ellos quienes están formando a los profesionales del futuro.
El Tercer Estudio Regional Comparativo y Explicativo (Terce) realizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura nos deja muy mal parados.
Los datos obtenidos demuestran que el aprendizaje de matemática y de lectura cayó en los últimos 7 años. Es entonces cuando nos preguntamos qué se está haciendo en las aulas para sacar a niños y jóvenes bien preparados para enfrentar con éxito el mundo universitario. También cuál será el desempeño de aquellos que ingresarán de inmediato al ámbito laboral, pues sus familias no les pueden costear los estudios superiores.
Es alarmante saber que los estudiantes aprenden a leer, pero no tienen una adecuada comprensión de lectura, peor aún cuando no son capaces de seguir instrucciones pues no entienden lo que leen.
Estos resultados en vez de molestar a las autoridades del Ministerio de Educación Pública deben ser un punto de partida para mejorar y demostrarle al mundo que se está trabajando para revertir la situación que nos deja tan mal parados.
El primer paso es exigir más calidad a los educadores, pues no se trata de poner a cualquiera en un puesto solo por llenar un campo, pues ellos tienen una labor sumamente delicada como formadores de las nuevas generaciones.
Además, se debe trabajar constantemente en capacitaciones pues el mundo actual cambia con demasiada rapidez y quien no se actualiza queda rezagado.
Es necesario que acepten la tecnología como una importante aliada, la cual les permite enseñar de forma más amena y en muchos casos hasta más productiva.
Debemos entender que la matemática no es enemiga de nadie, esto con el propósito de que los alumnos le pierdan el miedo a esta materia que es la piedra en el camino para muchos, lo cual provoca la repetición de un año de estudios y hasta se convierte en un obstáculo tan grande que impide a excelentes estudiantes ingresar a la universidad.
Para que estos cambios se hagan realidad, se necesita la ayuda de los padres de familia, quienes no deben meterle miedo a sus hijos en una materia que es igual a cualquier otra.
Es hora de actuar y no esperar ocho años más para ver si las acciones que se van a implementar sirvieron.
Se debe hacer una evaluación constante tanto de los estudiantes como de los profesores.
Recordemos que son los docentes quienes tienen en sus manos la educación de estos niños y jóvenes, así evitamos tener universitarios que no entienden lo que están estudiando. Peor aún, que lleguen a graduarse como profesionales que no son capaces de desempeñarse con propiedad.
Así entonces, estamos a tiempo de rectificar el camino, de formar y educar para ver los resultados positivos en el corto plazo.
