Editorial
Muy a pesar de que el Gobierno reconoce el valor de la industria turística, hace prácticamente nada para que se recupere de los bajonazos que ha sufrido en los últimos años, perdiendo terreno ante mercados emergentes como Panamá y Colombia.
Los empresarios del sector reclaman falta de políticas gubernamentales para dinamizar y potencializar el negocio que trae millones de dólares en divisas anualmente, sosteniendo una economía que se muestra rezagada si se comparada con sus vecinos, Panamá y Nicaragua, quienes tienen un crecimiento más exigente.
Es más, el Gobierno no solo no facilita el crecimiento del mercado turístico con medidas que lo incentiven, parece que su proyección es limitarlo a toda costa, por ello el ministro Wilhelm von Breymann debió presentarse a la Asamblea Legislativa con el fin de defender el presupuesto asignado para mercadear el país ante sus potenciales clientes.
La Cámara Nacional de Turismo (Canatur) debió librar una batalla campal, literalmente, contra una acción del Ministerio de Hacienda con el fin de que no se les cobrara un impuesto retroactivo, del que no se tenía conocimiento pues ni siquiera la Ley lo expresaba tal cual.
El presidente del gremio de empresarios turísticos, Pablo Abarca, reconoce que aunque al final se desistió de la acción y se pospuso el cobro, la escaramuza los desgastó, pues las energías se pudieron concentrar en mejorar los canales de comunicación público-privados para mejorar el negocio, que según los cálculos generales corresponden a más del 12% del Producto Interno Bruto (PIB).
Los mismos números, presentados por Hacienda, contabilizaban 95 mil empleos de manera directa para esta industria, entonces se hace necesario preguntarse por qué las autoridades no intervienen y dan las herramientas legales necesarias para que el país tenga con que facilitar la actividad.
Una decisión que está pendiente es dotar al turismo de un ente rector, el ICT es únicamente una figura de mercadeo que carece de autoridad para fiscalizar aspectos como la calidad, el crecimiento de la oferta, las condiciones de los servicios y el registro de los locales que atienden a los visitantes, la mayoría de culturas exigentes como Norteamérica, Europa y en menor medida Asia.
El surgimiento descontrolado de locales que ofrecen habitaciones, sin pagar impuestos, sin control de calidad y a precios más bajos, precisamente por no cumplir con las obligaciones, revela la falta de interés real por parte de las autoridades gubernamentales para priorizar la actividad económica que representa una oportunidad especial para Costa Rica.
“Entendemos la importancia del turismo para la economía del país... y la comprensión del Gobierno ante las necesidades del sector y su deseo de seguir aportando bienestar y riqueza a Costa Rica”, dijo el presidente Solís la semana anterior cuando presentó la condonación del impuesto pendiente que se cobrará a partir de 2016.
Esta acción aunque celebrada por los empresarios es insuficiente para una herramienta que beneficia al país y ha sido calificada como ideal para la reducción de pobreza.
La industria turística ha crecido exponencialmente desde la década de 1990, posicionando a Costa Rica como la pequeña selva de Centroamérica que se puede visitar con relativa seguridad, y con altos estándares de calidad, igualmente a precios más altos.
Los huevos de la gallina de oro han dado su beneficio por más de dos décadas; el país sabe lo que vale cada huevo, aún así no cuida la gallina. La analogía es válida para concientizarnos sobre el papel que tiene el Gobierno más allá de la popularidad.
