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Opinión

Editorial

En Costa Rica hay un millón 700 mil habitantes con edades entre los 15 y 35 años, esta es la población joven del país. En números porcentuales equivale a un 42% del total, según datos del Consejo de la Persona Joven.


Viendo estas cifras podríamos pensar que una buena parte de estas personas ya generan progreso, ocupan un puesto de trabajo o bien un pupitre del sistema educativo público o privado.


Es lógico suponer también que el desempleo es un asunto que no les atañe de forma directa y que jamás podrían sufrir de estrés, pues eso está diseñado para quienes contabilizan años y responsabilidades.


Ni qué decir de los problemas de salud por depresión o la exposición a enfermedades de transmisión sexual y las adiciones a drogas legales e ilegales.


Siempre se ha considerado que la juventud es el divino tesoro, muchos aseguran que antes de los 30 poco hay por qué alarmarse y menos cuando se está en soltería.
Sin embargo, la mayor parte de estas afirmaciones son hoy una falsedad.


La población mundial joven enfrenta una encrucijada como nunca antes se había registrado y nosotros no somos la excepción, hay pocas opciones para paliarla con prontitud si se toma en cuenta que son el futuro de las naciones.


Decimos esto, pues la Segunda Encuesta Nacional de Juventudes muestra una realidad algo desconocida. Solo analicemos; el 12% de los jóvenes aduce estar estresado, y un 5,3% reconoce haber pedido ayuda médica ante situaciones depresivas, un 2,4% ya ha intentado quitarse la vida y un 6,2% sufre de ansiedad.


Hay motivos para preocuparse, pero es innegable que el desempleo eleva los índices. Cerca de 267 mil personas entre los 15 y los 35 años de edad no están inmersas en el mercado laboral, pese a que el 74% desea tener empleo para satisfacer sus necesidades, pero además contribuir con las responsabilidades del hogar que conforma.


No podemos dejar de lado que este país es jefeado en una buena parte por mujeres y que muchos de sus hijos deben cumplir también con llevar ingresos para la manutención.


Pero más alarmante aún resulta que 600 mil de ellos no terminaron la secundaria, es decir un tercio del total de ese sector, lo cual indica que hay evidentes problemas de capacitación de cara a las actuales exigencias del mercado de trabajo.


Medio millón apenas terminó la escuela y solo 81 mil completaron estudios universitarios. Si esto no es una atrocidad, entonces que alguien nos diga cómo catalogarla.


Elena Quesada, viceministra de Juventud, fue muy atinada con sus declaraciones, “hay una realidad y es que los jóvenes, si bien hay un entendimiento de que somos relevantes y trabajamos por el desarrollo del país, aún hay cierta confusión que somos el futuro y no el presente; somos nosotros quienes llevamos la responsabilidad del desarrollo en nuestros hombros”.


Que dicha que esta joven con un puesto de poder en el gobierno entiende y vive la realidad de miles de costarricenses, que además reconoce la carencia de políticas públicas para tal población.


Es evidente que los gobernantes nacionales no han dado en el clavo con un tema tan trascendental, no entienden aún que necesitamos generar las opciones para que los jóvenes se desarrollen, pero a la vez muevan las turbinas de esta maquinaria.


Los que tienen el poder en sus manos, poco resuelven sobre la situación que aqueja al 42% de los ticos, en materia educativa se sabe de un alto porcentaje de deserción, pero son escasos los esfuerzos por minimizarla. En salud los espacios en clínicas y hospitales para adolescentes y jóvenes es nulo, como si sus problemas no fueran los mismos que el resto de los pobladores.


Hay pediatras, geriatras, obstetras, pero nadie atiende en específico a los más jóvenes, no conoce el Estado y menos la seguridad social que sufren hoy con más frecuencia de insomnio, estrés, depresión, pensamientos suicidas o adicciones, entre otros. Eso debería estar mapeado, es un asunto de atención integral y urgente.


Una población joven, sin alternativas ni espacios, está confinada al fracaso, y eso es lo que se está gestando para el país.


No hay políticas públicas, apenas existe un Viceministerio de Persona Joven que cuenta con unos cuantos cincos de presupuesto, el cual es desconocido para esa población y nunca ha podido proyectarse.


Si los políticos entienden que aglutinar gentes de corta edad es un éxito para sus campañas, inyectan emoción, pasión y vida al quehacer diario, entonces cómo no han compredido que son el motor de Costa Rica y dejarlos en el olvido solo hará que el futuro sea incierto.

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Jueves 20 Noviembre, 2014

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