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Espectáculos

Padre y sus tres hijos maquillan la muerte

  • Para algunos la familia Jiménez tienen un oficio de miedo

  • Rodrigo Sánchez de la Funeraria del Sur en Barrio Cuba conoce a la familia Jiménez desde que empezaron

  • El equipo de Tecnopato carga una valija con todo tipo de maquillaje

Juan Carlos Jiménez y sus tres hijos Sadee, Kristel y Kevin disfrutan su trabajo, aunque para muchos, es un oficio de miedo. Ellos trabajan embelleciendo los muertos para que se vayan al más allá sin la marca de la enfermedad que los acabó o el accidente que los dejó desfigurados.


“Empecé con la tanatopraxia cuando me matriculé en un curso, mientras estudiaba medicina, en la Universidad de Costa Rica. En ese momento pensé que era temporal y llevo 27 años en esto”, apunta Jiménez, quien es técnico en disección y tanatopraxia, que es el oficio que se encarga de alistar los cadáveres para que no se descompongan y se vean presentables.


El oficio de miedo como lo llamarían muchos es para la familia Jiménez una forma de sostener su empresa Tecnopato, que significa técnicos en patología.


La iniciativa familiar empezó como un hobby de los hijos de acompañar al papá, primero al trabajo en el Hospital México, y después a ganarse algunas extras que le aparecían en funerarias. Afortunadamente la empresa creció en socios y el trabajo que inicialmente solo hacia Juan Carlos se unió el de Sadee, Kristel y Kevin, sus hijos, quienes mientras su papá trabaja ellos están listos para salir a preparar el cuerpo que lo necesite.


El líder de los maquilladores de la muerte, Juan Carlos Jiménez, asegura que sus hijos le tomaron gusto al oficio porque desde chiquillos lo vieron hacer con cariño al trabajo, al punto, que dejó la medicina.


“Lo que me gusta de lo que hacemos es que le llevamos alivio a las personas cuando están en los momentos más difíciles. Por eso trabajamos con funerarias pequeñas y parroquiales”, detalla don Juan Carlos, quien además imparte cursos en su tiempo libre.

 

COMO UNA COREOGRAFÍA

 

El máximo de personas que trabajan alistando un cuerpo son tres, porque aseguran que más personas chocarían entre ellos.


“Es como una coreografía, cada uno sabe qué le toca hacer. Lo primero es preparar el reactivo que se inyecta para evitar que el cuerpo se descomponga, luego sigue la extracción de líquidos y finalmente el maquillaje”, destaca Jiménez.


Según el técnico, ellos piden una foto del muerto con el fin de respetar hasta donde les sea posible los rasgos de la persona”, detalla el papá de los maquilladores.


La foto le da una idea a los técnicos de cómo se peinaba e inclusive la forma del maquillaje que usaba en el caso de las mujeres.

 

VALIJA EMBELLECEDORA

 

Cuando los tres expertos en maquillar la muerte ponen su valija en la funeraria o la casa de la familia doliente saben que su trabajo puede terminar en media hora.


La valija de los embellecedores cargan los mismos artículos de un maquillador de vivos. La base, los polvos, el rubor, así como las brochas y brillo de labios tienen la tarea fundamental de cambiar el rostro azul o amarillo de una persona a un color natural.


El equipo de embellecimiento también lleva cremas limpiadoras e hidrantes para aplicar al rostro antes de poner el maquillaje para evitar que se corra.


Los maquilladores aseguran que su trabajo es uno más y que les gusta hacerlo. Hasta el momento no les ha ocurrido ninguna experiencia que los haga retirarse, al contrario, cada año que pasa se informan de nuevas técnicas y se preparan para brindar un mejor servicio.


“Nos satisface cuando vemos un rostro maquillado luego de que haya sufrido un accidente y que los golpes hacen grotesco verlo y eso afecta más a los dolientes”, señala Jiménez padre, quien se siente orgulloso del legado que les dejará a sus hijos.


El padre y sus tres hijos confirman que muchos amistades ven su oficio como de miedo pero para ellos el reto principal es que los muertos se despidan dignamente de este mundo.

PERIODISTA:

CRÉDITOS: Foto: Isacc Villalta

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Sábado 13 Septiembre, 2014

HORA: 12:00 AM

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