Editorial
El tema del sistema penitenciario costarricense sigue siendo complejo, desde hace más de una década quedó evidenciada una crisis que a hoy pocas respuestas ha tenido.
Desde administraciones anteriores el mal estado de los centros de reclusión, aunado a las pésimas condiciones de vida de los internos y para rematar la corrupción institucional, se confabulan en detrimento de los derechos humanos, algo de que desde todo punto de vista es desprestigioso.
Para nadie es un secreto que el sistema está colapsado, que la Sala Constitucional ha hecho innumerables llamados de atención y recomendaciones a los jerarcas de turno, porque aquello es un verdadero desorden, pero parece que hay oídos sordos.
Las denuncias sobre abusos de autoridad siguieron llegando a la instancias judiciales, en la Fiscalía hay una gran lista que duerme el sueño de los justos y qué terrible, solo por tratarse de una población denominada marginal o criminal, sin embargo es humana ante todo.
Los penales están en crisis y eso no es nuevo, no hay presupuesto suficiente para mejorar y modernizarlos, parece que tampoco existe voluntad política para ponerle un alto al mal manejo, que por años se viene dando.
La ministra de Justicia, Cristina Jiménez, conoce muy de cerca la cartera que tiene a su cargo, según supimos ha realizado inspecciones en las cárceles y sabe de primera mano las denuncias sobre la mafia que hay dentro, no solo constituida por presos, sino que liderada por sus propios empleados.
Parece una broma, pero Justicia sabe con detalles cómo operan las redes del crimen organizado tras los barrotes y pese a que no es un asunto reciente, nadie, absolutamente nadie, ha metido el dedo en la llaga y se da a la tarea de sanear el sistema.
Ojalá en el informe de los 100 días quede en evidencia la forma tan irregular de operar en diversos centros de reclusión, cómo desde directores, jefes de seguridad y hasta personal de salud, mantenimiento y servicio social, se han prestado para anomalías y favorecimientos.
No es casualidad que la Sala resolviera hace un par de meses la prohibición de gas pimienta y diera a conocer una red de tortura de reos, de la cual DIARIO EXTRA hizo denuncias constantes, pero en su tiempo nunca fueron escuchadas.
Hoy hay suficiente evidencia de los abusos de autoridad contra privados de libertad, de requisas violatorias, golpizas, represión y participación de cuerpos de seguridad en situaciones que podrían eventualmente generar conflictos.
Buscar culpables no es el objetivo, si bien es urgente sentar responsabilidades sobre lo que ocurre y deteriora al extremo el sistema penal costarricense, ofendiendo claramente la dignidad humana, pero ante todo poniendo en entredicho la imagen de justicia social y respeto de un país. Lo cierto es que la Ministra debe socarse la faja, pero hasta ahora no sabemos cuál será su plan de trabajo y los puntos negros en la hoja blanca que atacará con fuerza.
Es hora de poner los puntos sobre las íes, Adaptación Social debe ser prioridad del Gobierno, hay más de 13 mil internos de los cuales 8 mil emitieron el voto, en dos palabras tienen la potestad ciudadana de pedirles a los representantes del Estado soluciones a tan lamentable situación que viven a diario y complica aún más una posible inserción social futura.
Hay mucha gente que cree que los reclusos no tienen derechos y eso es una falacia, estas personas únicamente pierden su derecho al tránsito, el resto de sus potestades, sean estas civiles y políticas, deben mantenerse intactas.
Por ende es el momento de reivindicarse con esta población, de darle la importancia que merece, pero además tener la visión de que estabilizar el sistema penitenciario implica minimizar los riesgos de la seguridad nacional.
Jamás podríamos permitir que pasos en falso e indiferencia acrecienten la reincidencia penitenciaria, pues desde acá se desvirtúa el objetivo de la medida de prisión.
Es hora de poner atención estricta al caos y el drama que viven los reclusos, es momento de hacer una fuerte intervención en los centros penales y conocer de cerca lo que ahí se esconde y las líneas delgadas que se han rebasado.
