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Opinión

Editorial

Definitivamente el mundo enfrenta hoy uno de esos momentos tensos extremos, la guerra entre Israel y Palestina, Rusia y Ucrania, Siria y Libia, que está al borde del caos, dejan a su paso muerte de inocentes y un profundo silencio.


Occidente apenas mira una realidad que le es completamente ajena, pero eso no indica que también indiferente.


Las escenas de las cadenas internacionales son el único referente en esta parte del orbe sobre el drama del otro lado del océano.


Es como una película de ficción, misiles van y vienen, la gente llora desgarradamente al ver a sus familiares esparcidos literalmente en las calles y casas bombardeadas, huyen de los pueblos que los vieron nacer, eso sí, apenas con la ropa que llevan puesta.


No hay comida, agua y menos transporte; los pobladores caminan kilómetros para dejar su país y buscar un refugio en el patio del vecino, por decirlo de alguna forma.


Aquello es incomprensible.


No hay derechos, no hay humanidad y esto es la más cruel en el mundo, que se dice “civilizado”, donde se supone todos buscamos la paz, unión y sobre todo tolerancia.


Los seres humanos estamos frente a uno de los episodios más tristes de la historia del nuevo siglo, pero no somos capaces de alzar la voz, de pedir un alto el fuego.


Los países más poderosos ven aquellos enfrentamientos como un juego de ajedrez y hacen las mediciones más absolutas, olvidando el dolor humano.


Si no que lo digan los sirios, miles murieron antes que la comunidad internacional se pronunciara. Fotos impactantes circularon por la red mostrando familias completas muertas, barrios desaparecidos y un país que estaba sumido en el combate, que no escuchaba razones y menos se preocupaba por sus habitantes.


La sed de poder y la crueldad son inexplicables, trascendieron los límites físicos, abarcaron la modernidad y se hacen acompañar de la tecnología.


Hoy Israel y Palestina protagonizan un atroz enfrentamiento cuyos orígenes son milenarios y con pocas soluciones. Han existido innumerables acuerdos de paz, pero nada concreto.


Oriente está que arde a costa de sus víctimas, que ya ascienden los 1.200 y eso cuando se trata de vidas humanas es imperdonable.


En este conflicto han surgido las más novedosas formas de discriminación y fomento a la violencia, tal el es caso de los mensajes selfies que circulan en las redes sociales israelíes.


Los mensajes xenofóbicos, incitadores a la muerte de los árabes surgen en medio de esta guerra.


Con erotismo y sensualidad los chicos y chicas han osado decir por las redes que los palestino deben ser exterminados, que la muerte de esta población es la única forma de vivir en paz y cosas semejantes.


Los árabes no se quedan atrás con otras manifestaciones, también haciendo uso de tecnología, llaman a sus habitantes a arrasar con los judíos.
Hamás lanza incitaciones repugnantes para exterminar al pueblo israelí.


Ambas situaciones levantan los ánimos de los más jóvenes y acrecientan esa sed de poder desmedido y agresión.


Esta guerra, al igual que la ocurrida en Egipto o en Túnez, se ha valido de las herramientas tecnológicas para llegar a los ojos de la humanidad, pero también para desestabilizar, enfrentar, discriminar y atacar haciendo de estos episodios toda una oleada incontrolable.


En 1991 por primera vez en la historia un conflicto bélico fue televisado. El altercado del Golfo Pérsico, posteriormente en el 2003 la caída del dictador Sadam Hussein a manos de los estadounidenses marcaron un antes y un después en las noticias de guerra. Pese a que los medios de comunicación apenas trasmitían las luces verdes de los bombardeos, se conocieron a tiempo completo la realidad de Irak, la muerte y el combate, el avance de las tropas y los tanques.


13 años más tarde, nadie podría decirse ajeno a estos hechos, ignorante de la peor acción del hombre, ciego a la crueldad. Las redes sociales, el Internet son los instrumentos número uno de difusión, de información sobre tales eventos y con ello los que guardan el registro del drama, llanto, escape, deseo de libertad y seguridad. Pero es terrible, esas cámaras, teléfonos y tabletas son testigos mudos de lo que usted y yo vemos cada día, de esas imágenes de impacto tan genuinas que casi huelen y se escuchan, aunque no hace falta suponer nada en medio de tanta sangre y devastación.


Como gira el mundo, cómo el ser humano ha usado los mayores avances para destruir en vez de construir, denigrar a sus vecinos, llamar a las armas, invitar a matar.


Lo cierto es que deseamos un alto el fuego, no nos interesa ver el sufrimiento circulando libremente.

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Miércoles 30 Julio, 2014

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