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Opinión

Editorial

En los últimos días se ha retomado la discusión sobre la importancia de modificar o flexibilizar los horarios de trabajo, principalmente para el sector industrial.


A pesar de que este tema tiene años de estar en la palestra, lo cierto es que ni los legisladores, ni los empresarios logran ponerse de acuerdo y las cosas siguen igual.


La idea es laborar jornadas de 12 horas diarias por cuatro días y descansar tres. A criterio de los interesados esto trae mayor productividad e incluso les permite a los trabajadores tener un margen de acción mayor para compartir con sus familias y realizar actividades en el hogar.


Los representantes del sector industrial han sido enfáticos en su necesidad de introducir el cambio en una legislación que tiene 40 años de vigencia, que se redactó en una Costa Rica cuya realidad era muy diferente a la actual, pues las necesidades comerciales y de desarrollo han cambiado.


Pero ¿cuáles son esos cambios que harían que esta modificación sea tan imprescindible? Esto es algo que todavía no se ha respondido.


Otro de los puntos en discusión es que no solo se coordinen jornadas así de largas sino que exista la posibilidad de que estas se modifiquen según las necesidades del mercado, de manera que en los meses cuando el sistema lo necesite se trabaje en jornadas ampliadas y cuando haya menor producción se regrese al horario de 6 u 8 horas.


En lo que no existe negociación posible es que se busque cambiar a un máximo de 48 horas semanales, por lo que en cualquiera de los sistemas se quedará tal como está.


El problema en este punto es que para que se dé, las reglas del juego deberán ser muy claras y no como sucede actualmente, cuando se sabe que la jornada de trabajo máxima es de 12 horas en casos excepcionales, pero por no perder el puesto muchas personas se ven obligadas a laborar hasta 16, con el argumento de que hay otros que hacen fila para quitarles la plaza.


Pero ¿qué ha pasado con el teletrabajo? A pesar de ser un mecanismo que se está aplicando, son pocas las empresas donde se utiliza. Principalmente se ve en aquellas actividades más gerenciales, donde el empleado no requiere desplazarse a su centro de trabajo para llevar a cabo su labor. A pesar de ello, no cuenta con un marco legal para ejecutarlo.


Los detractores insisten en que se debe ser muy cuidadoso de no poner en riesgo las garantías laborales existentes en el país, que son un ejemplo para resto de las naciones, donde por carecer de ellas los trabajadores son tratados como esclavos modernos.


Entonces ¿será posible dar el paso? La respuesta es todavía incierta. Para ello lo primero que se debe hacer es crear un marco legal que proteja a los miles de empleados que podrían resultar afectados. La era moderna, que enarbola la bandera del desarrollo, no debe menoscabar los derechos que tanto ha costado alcanzar.

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Jueves 24 Julio, 2014

HORA: 12:00 AM

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