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Opinión

La superstición del Estado "benévolo"

Cómo puede alguien decir que el Estado es benévolo? El Estado es la institucionalización de la violencia. Detrás de toda ley, por injusta que sea, está el poder de hacerla cumplir mediante los métodos violentos que los funcionarios estatales quieran usar.

 

La verdad es que se recurre a la fuerza en cada actividad estatal: El Estado fuerza a alguien a pagar por algo o a hacer algo; y el Estado usa la fuerza para impedir que alguien haga algo. No hay ninguna otra razón para involucrar al Estado que no sea iniciar el uso de la fuerza.

 

Pero en una sociedad civilizada se debe rechazar la idea de que lo voluntario es malo y lo obligado es bueno, de que lo sabio o lo conveniente deba imponerse.

 

Cuando alguien pide apoyo estatal, en efecto está diciendo: “Dígale a la policía que use sus armas para conseguir lo que yo quiero”. El arma siempre está ahí. El arma es la esencia de la ley. Si usted se resiste a la ley, el Estado eventualmente usará un arma contra usted.

 

Pero nunca olvide que un Estado con suficiente poder para darle a usted lo que quiera quitándoselo a otra persona, también tiene suficiente poder para quitarle a usted todo lo suyo y dárselo a otro.

 

Estimado lector, ¿existe un solo aspecto de su vida que el Estado considere fuera del límite de la acción estatal? La triste realidad es que funcionarios estatales, armados con miles de páginas de estatutos y regulaciones, a veces contradictorias y a menudo indescifrables, están listos para decirle a cada persona lo que puede o no hacer con respecto a cualquier aspecto de su vida. El Estado controla significativamente sus ingresos, su pensión, la atención de su salud, la educación de sus hijos, su autonomía, su intimidad y mucho más.

 

Y un gobierno que no tiene límite alguno en lo que puede hacer o en lo que nos puede extraer, es un gobierno ilimitado: un gobierno totalitario que puede entrometerse en la totalidad de nuestras vidas.

 

Pero que no lo engañen con el cuento del “Estado de derecho”. La justicia tiene un valor superior al de la ley. Lo justo es siempre moral; las leyes pueden ser injustas, y casi todas lo son.

 

La ley no puede prohibir la pobreza, pero sí puede instituirla. Una orden del Estado no puede sanar una pierna fracturada, pero sí puede mutilar un cuerpo sano. No puede dar inteligencia, pero sí puede prohibir el uso de la inteligencia. La vida no puede ser creada por órdenes del Estado. Pero la muerte sí.

 

La ley puede ser cambiada de un plumazo. La virtud de hoy puede ser el delito de mañana. ¿Qué es la ley actual? Las reglas de unos cuantos grupos poderosos. ¿Qué le hace pensar a usted que ellos le darán necesariamente el derecho a vivir? En sus principios ¿les daba la ley estadounidense el derecho a existir a los indios? ¿Les daba la ley nazi a los judíos el derecho a existir? Toda clase de actos, incluyendo la creencia en una religión o filosofía “equivocada”, han sido legalmente punibles hasta con la muerte.

Además, no existe ninguna protección contra una enmienda constitucional que entierre cualquier libertad. Cualquier legislatura o Estado podría, si quisiera, adoptar una enmienda que acabe con cualquier derecho existente o niegue cualquier libertad.

 

La premisa de que la naturaleza del ser humano requiere que “alguien” lo controle o gobierne es falsa. Porque si fuera cierta, se necesitaría asimismo que alguien controlara a los gobernantes, porque ellos también son seres humanos que requerirían ser controlados y, por lo tanto, la premisa se autorefuta. Al contrario, la verdadera naturaleza del ser humano es tal que, para sobrevivir, prosperar y ser feliz, tiene que tomar sus propias decisiones y controlar su vida, un derecho que el Estado siempre viola. Los ruinosos resultados de la oposición del Estado a las leyes naturales, mediante su constante uso de la fuerza, están escritos con sangre y explotación en las páginas de la historia.

 

El uso de la fuerza para tratar con otras personas no solo es inmoral, sino que es tan impráctico como tratar con la naturaleza usando la persuasión. Eso es lo que hacen los salvajes, que usan la fuerza para dominar a otros y, mediante sacrificios humanos, buscan persuadir a la naturaleza rogándole que llueva. Nunca ha funcionado. Aún así, quienes le ruegan privilegios al Estado causan que este nos obligue a pagar por esos privilegios.
La idea de un Estado "benévolo" pertenece al pasado oscuro del ser humano, junto a tantas otras supersticiones.

 

*Escritor

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Sábado 11 Mayo, 2013

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Por: Raúl Costales Domínguez

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